La Autoridad Palestina, que viola derechos humanos de forma sistemática, intenta hacerse miembro de la Corte Penal Internacional para que investigue crímenes de guerra de Israel
Se pueden hacer trampas y para agradar a la audiencia, decir con voz melosa que el objetivo es un Estado democrático, justo y feliz en el que todos, judíos y palestinos, convivan en paz.
Vale, pero es una insensatez sin fundamento, contra la que pesan más de siete décadas de sangre, dolor y pesadillas.
A estás alturas, a nadie con dos dedos de frente y una pizca de sensibilidad se les escapa que la única alternativa razonable en lo que paradójicamente se conoce como Tierra Santa, son dos Estados: Israel y Palestina.
Una de las partes de la ecuación está perfectamente resuelta. El drama es que la otra, la que deberían integrar Cisjordania y Gaza sigue siendo una horrorosa entelequia.
El Ejército de Israel ha confirmado que todas sus tropas, que iniciaron la llamada ‘Operación Margen Protector’ el pasado 17 de julio, abandonaron ayer la Franja de Gaza, coincidiendo con la entrada en vigor del alto un alto el fuego horas acatado también por las facciones palestinas.
En esa zona todo puede empeorar en cuestión de segundos, pero la lógica indica que esa pausa de 72 horas irá prorrogándose y terminará haciéndose permanente.
La incógnita es por cuánto tiempo. Y la respuesta es sencilla: el que tarden los milicianos de Hamas en volver a horadar parte de los 32 túneles que cruzaban por debajo la frontera y el Tsahal ha cegado a tiros y bombazos.
A la vista de lo que ha ocurrido en la Franja, desde que hace diez años Israel evacuó sus tropas y forzó a irse al último colono, los radicales islámicos impondrán su ley en la zona, reconstruirán con tesón sus arsenales, cavarán sin descanso y dentro de unos meses, parapetados es escuelas, hospitales, ambulancias y mercados, volverán a lanzar operaciones y cohetes.
Y el endiablado y mortífero ciclo, la despiadada espiral de represalias, volverá a repetirse y tendremos otra vez las páginas de los periódicos y los telediarios repletos de cadáveres inocentes.
¿La alternativa? Si yo fuera poderoso como Obama o al menos influyente como Ban Ki-moon, propondría al mundo dejarse de discursos e imponer un protectorado internacional en Gaza.