Olvidados por Riad, no tienen dinero para volver a sus países

Miles de trabajadores ‘esclavos’ están varados en el desierto de Arabia Saudí

Son los empresarios quienes emiten el visado de salida

Miles de trabajadores 'esclavos' están varados en el desierto de Arabia Saudí
Salmán bin Abdulaziz, rey de Arabia Saudí. PD

Procedentes de India y Pakistán, el número de trabajadores abandonados a su suerte ascendería al menos a 16.000. Pero a ellos hay que sumar un número indeterminado de Filipinas, Bangladesh y Sri Lanka

Primero desaparecieron los salarios, y los capataces. Luego dejó de llegar la comida a la pequeña ciudad de barracones, contenedores estándar de 20 pies reconvertidos en infraviviendas sobre un mar de cemento en mitad del desierto de Arabia Saudí. Hace dos meses, por fin, que no hay manera de conseguir suministros médicos ni asistencia sanitaria.

Así viven desde comienzos de año miles de trabajadores procedentes del sur de Asia, olvidados por el Gobierno de la dictadura feudal, y sin posibilidad siquiera de tomar el camino de vuelta a casa ante la falta del dinero que les corresponde por el trabajo que realizaron bajo un sol de justicia, bordeando la esclavitud, y ante la negativa de de sus patronos a firmarles un visado de salida.

Son las últimas víctimas del frenazo de la economía saudí, causado por el desplome del precio del petróleo hace ya dos años, y que ha obligado a la monarquía de los Saud a detener decenas de proyectos de infraestructuras.

«No nos dicen nada sobre qué pasará con los salarios que nos deben. Yo, en cuanto me los paguen, volveré a mi país», explica Mohammed Salahaldeen, que vino de Bangladesh para construir tuberías en los alrededores de Riad.

Él es sólo uno de los trabajadores de la compañía Saudi Oger, o del conglomerado BinLaden, que vineron atraídos por unos sueldos que en Occidente se consideran miserables, para un trabajo que en Occidente se considera penoso, pero que comparados con las condiciones de Bangladesh parecían la única solución para salir de la pobreza.

El total de personas que han quedado atrapadas en el desierto se desconoce, puesto que las autoridades de Arabia Saudí no se destacan precisamente por cuidar de las condiciones de vida de los inmigrantes que están alimentando su maquinaria económica.

Tomando sólo los datos más fiables, los que miden el número de migrantes procedentes de India y Pakistán, el número de trabajadores abandonados a su suerte ascendería al menos a 16.000. Pero a ellos hay que sumar un número indeterminado de Filipinas, Bangladesh y Sri Lanka.

Si no pueden abandonar el país no es sólo por falta de dinero -muchos enviaban todo lo que ingresaban a sus familias-, ni por miedo a perder lo que les deben (hasta ocho meses de sueldo).

También juega un papel clave el sistema conocido como kafata, una institución jurídica que sitúa al trabajador en una posición similar a la de los siervos respecto de los nobles en la Edad Media en Europa.

Como siervos en la Edad Media

En términos simples, ese sistema deja en manos de la mera voluntad del empleador la emisión de los visados de salida. Al mismo tiempo, la legislación saudí exige que el patrón abone todo lo que debe antes de tramitar esos visados.

El resultado es que, aunque el trabajador quiera renunciar a lo que se le adeuda, y aunque el empresario pretenda darle vía libre, aquél no podrá siquiera comprar su billete de vuelta a casa (en el dudoso supuesto de que disponga de los medios para ello).

Detrás de esta situación absurda está el gobierno de Arabia Saudí, encabezado por el actual rey Salman. Calificado por muchos como aperturista y renovador, lo cierto es que el nuevo monarca dirige con mano de hierro una economía completamente intervenida, y una decisión suya sería suficiente para solucionar la falta de liquidez de las constructoras y para modificar el sustema de la kafata.

Dicho y hecho: tras meses de quejas, el ministro de trabajo aseguraba el lunes que el país proporcionará comida y servicio sanitario a los trabajadores atrapados, que emitirá visados de salida directamente y sin intervención de las empresas, y que facilitará asistencia jurídica gratuita a quienes quieran reclamar lo que se les debe.

El país se arriesga a mucho más que una crisis humanitaria en su mismo centro político, y no sólo podría estar alimentando una fuente de conflicto social de consecuencias imprevisibles.

Obsesionada como está por situarse como el faro que debe guiar a los musulmanes suníes de todo el mundo, y dilapidando por eso miles de millones en intervenciones militares en el extranjero para frenar la influencia chiíta, Arabia Saudí parece incapaz de tomar medidas sencillas que demuestren que cree en la hospitalidad, y en la solidaridad entre pueblos hermanos.

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