No más Mentiras

Antonio García Fuentes

ENVEJECER EN PAZ: “LA NAVIDAD DE LA VIDA”

ENVEJECER EN PAZ:
“LA NAVIDAD DE LA VIDA”

Pareciera cómo si la vida fuese un eterno renacer… nace y muere el día, pero vuelve a nacer. Nace y muere el año… pero vuelve a nacer y así, días años y sus estaciones se suceden y sobre todo la estación otoñal e invernal, son las más ricas y bellas, pero en una riqueza y belleza que muy pocos ven. Meditemos en ello y veamos un esquema en forma de relato corto o cuento de invierno.
Al entrar la primavera, “todo el mundo sensible, suele cantar a esta estación” y suele hacerlo por considerarla la más importante del ciclo anual, que repetido desde que el mundo es mundo, sólo es un hito más en LA VIDA, cuyos ciclos vitales los dividieron en cuatro y de ahí lo de “las cuatro estaciones”.
PRIMAVERA: Efectivamente, es la más pujante de las estaciones o ciclos, es la más rebelde y activa; es la eclosión de una vida latente –siempre- la que en esta época, se manifiesta con todo el esplendor y toda la belleza que la Madre Naturaleza otorga a todos sus hijos; sean estos del reino animal, vegetal y “otros menos conocidos”. Figurativamente se la dedica, al amor y la pureza de sentimientos y es el “aguijón” para que muchos poetas canten a la Creación; si bien la mayoría suelen quedarse más abajo y dedican sus cantos a otros amores menos platónicos y por tanto más excitantes para la sangre humana y fogosa. De cualquier forma es –para mí- el símbolo del crecimiento continuo en la constante renovación del progreso Universal; donde nada muere, todo se transforma y progresa en una evolución positiva, aunque imperceptible, la mayoría de veces.
VERANO: Menos cantado –mucho menos- que “su madre”, la primavera; ya que el verano es la estación madura, la estación del máximo calor y energía; la estación… “donde todos los frutos se entregan”, donde todas las cosechas se recogen y reparten; donde el crecimiento llega al cenit de cada ciclo anual –o de vida-. Donde la plenitud de la vida se manifiesta al máximo de su potencia y donde “el Padre Sol”, sonríe con su máxima generosidad, llenando de vital calor espacial a esta parte de la esfera terrestre, donde se vuelca con todo su poder generador de energías para reservas del futuro “enfriamiento”, que a continuación, e inexorablemente… llegará con las otras estaciones.
OTOÑO: Suele ser cantado con tristeza, con pena, con sentimiento de impotencia; muy pocos son los que saben encontrar en esta estación los valores simbólicos y reales de lo que representan en la vida… “TODA LA VIDA”. Pues el otoño, es la época de “las canas”, es la época en que las hojas cogen sus más vistosos “dorados… y brillantes tonalidades”… antes de morir. Es la época… “de la paz y algún sosiego”; es la época de la reflexión sobre la sabiduría; la época del merecido descanso, donde el vegetal y el animal comienzan a aletargarse, en una menor actividad, e igualmente se preparan para la época más dura a que han de pasar seguidamente. Pero esa preparación se hace –al menos así debiera hacerse- sin miedos, sin temores, sin pánico a lo inevitable; debe ser asimilada y asumida, con la sonrisa de la experiencia; con el “curtido” de haber soportado ya… “todos los soles y todos los aires”, con la más plena y segura esperanza de un futuro que aunque con apariencia sombría, no es –ni mucho menos- lo que inconscientemente la ignorancia humana le ha asignado.
INVIERNO: Es la muerte aparente, puesto que digo –y mantengo- que nada muere, que todo se transforma en una vida eterna, esperanzadora y de progreso continuo; por tanto, el frío invierno es el reposo transitorio del cuerpo y del alma; del vegetal y el animal; de –incluso- la actividad de LA MADRE TIERRA, de la caricia suficiente del PADRE SOL. Es la época de las cabezas plateadas, en el más bello color de los cabellos; es la época de las más dulces arrugas de la piel del Sabio, de la máxima madurez de las neuronas cerebrales, la época en que ya mueren o duermen –al fin- las terribles pasiones, los inútiles y efímeros afanes que no tienen casi valor alguno. Es donde, «el frío manto de las nieves eternas y periódicas”… otorgan la paz al que está preparado para recibir ese máximo fruto, obtenido en el largo –larguísimo- camino de, “sus cuatro estaciones”; es el final de una etapa vivida en una esfera del espacio. Es la estancia tranquila en, el “andén del tiempo”, esperando con toda la tranquilidad del mundo, el tren que lleva a la eternidad.
Por ello los sabios, nunca han temido a la muerte, más bien la han amado y añorado su natural llegada, puesto que han sabido comprender que esa transición, no es más que una etapa final y que inicia otras etapas venideras y superiores; donde nuevas primaveras vendrán a lanzar sus espíritus y almas, sus «yos» y esperanzas, sus fuerzas vitales y creadoras… “hacia ese infinito final”, del que nadie sabe, del que nadie dice… del que muchos no creen, pero del que otros muchos también… firmemente creemos y pensamos que es la realidad de una Justicia Universal, que es la que impera en todo el Universo y la que nadie, “NADIE”, puede interferir… y menos aún, cambiar.
Celebremos pues el próximo invierno y la Navidad, pensando en que es sólo un tránsito, una etapa más o menos feliz, pero llena de esperanza en un futuro, que… no lo dudes… será mejor… mucho mejor, aunque muchas veces… “las nubes no nos dejen ver el limpísimo cielo que tras ellas siempre existe”… y al que llegaremos.

Antonio García Fuentes
(Escritor y Filósofo)
www.jaen-ciudad.es (en ella otros muchos temas)

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Antonio García Fuentes

Empezó a escribir en prensa y revistas en 1975 en el “Diario Jaén”. Tiene en su haber miles de artículos publicados y, actualmente, publica incluso en Estados Unidos. Tiene también una docena de libros publicados, el primero escrito en 1.965, otros tantos sin publicar y mucho material escrito y archivado. Ha pronunciado conferencias, charlas y coloquios y otras actividades similares.

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