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Guantánamo cumple siete años con la expectativa de su cierre

Agencia EFE, Sábado, 10 de enero 2009
Este domingo se cumplirán siete años desde que los primeros sospechosos de terrorismo llegaron, encapuchados y atados con cintas en un avión militar, a Guantánamo, un aniversario que podría ser el último.

Volaron desde Afganistán hasta el Caribe, donde fueron encerrados primeramente en una especie de jaulas abiertas y después en celdas construidas a la carrera.

Algunos eran combatientes de los Talibán, otros agentes de Al Qaeda y muchos otros hombres vendidos a Estados Unidos por los señores de la guerra de Afganistán o capturados allí simplemente por ser árabes.

El presidente electo de EE.UU., Barack Obama, ha prometido sacar de Guantánamo a los 250 que quedan, de los casi 800 que han pasado por los calabozos levantados a un tiro de piedra de una playa paradisiaca, pero el problema es qué hacer con ellos.

Deberá decidirlo rápidamente. El 26 de enero, seis días después de su jura como presidente, se inicia el juicio contra el canadiense Omar Kahdr, que fue detenido en Afganistán cuando tenía 15 años.

Comparecerá ese día ante los tribunales anti-terroristas establecidos por el Gobierno de George W. Bush en una pista de aterrizaje de la Segunda Guerra Mundial en Guantánamo.

Sus reglas especiales permiten incluso la presentación de confesiones obtenidas bajo tortura.

Obama "tiene que anunciar un plan específico antes de esa fecha", o si no dará un respaldo implícito a esas cortes, dijo a Efe Sarah Mendelson, una experta del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, en inglés).

Ni siquiera los más ardientes opositores a Guantánamo creen que Obama podrá cumplir de forma inmediata su promesa de echar el cerrojo a la prisión. Mendelson opina que tardará un año en encontrar destino para los prisioneros.

Éstos se dividen en tres grupos. Hay detenidos que el Pentágono ha exculpado pero que no puede repatriar a sus países de origen porque corren peligro de ser torturados.

Estados Unidos tendrá que convencer a algunos países europeos de que acepten darles cobijo y tendrá que acoger a otros en su propio territorio, pese a las dificultades políticas que eso entraña, según Joanne Mariner, directora de asuntos de terrorismo de la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

El segundo grupo lo componen hombres contra los cuales el Pentágono no tiene suficientes pruebas para juzgarlos, pero que considera peligrosos y no quiere poner en libertad.

Por último, están Jalid Sheij Mohamad, el presunto cerebro del 11-S, y otros presos de su calibre, contra los que la evidencia es clara.

Las organizaciones de derechos humanos quieren que los prisioneros sean juzgados en tribunales normales o que sean liberados.

Obama no ha aclarado aún su posición. Poco después de su victoria en las elecciones de noviembre se filtró a la prensa que su equipo sopesaba crear unos Tribunales Nacionales de Seguridad, otro intento de establecer cortes especiales para los detenidos.

"No hay necesidad de hacerlo. Las cortes federales han procesado con éxito más de 100 casos de terrorismo en los últimos siete años", se quejó Mariner.

El Centro para el Progreso Estadounidense, vinculado al partido demócrata, ha sugerido encarcelar de forma indefinida y sin juicio en territorio nacional, en lugar de en Guantánamo, a los prisioneros supuestamente peligrosos y mandar a otros a cárceles en Afganistán.

Estas indicaciones preocupan a los grupos que este fin de semana, como en los últimos años por estas fechas, se enfundarán los monos naranja de los detenidos para llevar a cabo acciones de protesta en todo el mundo.

"Obama necesita apoyo y también un poco de presión", dijo Frida Berrigan, quien se congregará con otras doscientas personas en la protesta que se celebrará el domingo en Washington.

Junto con otros miembros del grupo "Testigos contra la tortura" Berrigan caminó cinco días por Cuba hasta las puertas de la base militar estadounidense de Guantánamo en 2005 para pedir la clausura de la prisión.

Desde entonces, la opinión pública estadounidense ha dado un vuelco y hasta Bush ha dicho que quiere cerrarla, aunque nunca puso un plan sobre la mesa para hacerlo. Ha dejado esa tarea delicada, como tantas otras, a Obama.