Cuesta comprender que Clibnton pudiera jugarse la familia y la presidencia por unas cuantas 'mamadas' en el Despacho Oval.
El último político norteamericano pillado con las manos en la masa de un escándalo sexual, el congresista demócrata Anthony Weiner (colgó sus fotos eróticas en internet), dimitió este 16 de junio de 2011 tras dos semanas aferrándose a su cargo y a su matrimonio con Huma Abedin, asesora personal de Hillary Clinton.
A Huma Abedin no se le ha ewscuchado decir esta boca es mía. Cuando él hizo pública su dimisión, agradeció efusivamente el apoyo de ella y se declaró dispuesto a luchar por su relación.
Pero Huma no apareció a su lado. Las cámaras enfocaron al vacío. ¿Qué ha sido del club de las buenas esposas, las que, a pesar de lo que hubiera hecho su marido, salían a llenar ese vacío y a dar la cara por él?
Escribe Anna Grau en ABC que de eso sabe mucho la jefa de Huma, varias veces salvadora del pellejo de un esposo adicto al sexo. ¿O acaso era Bill Clinton adicto a la expresión más inmadura del poder?
Porque sus escarceos con Mónica Lewinsky culminaron un carrerón adúltero sorprendentemente pueril. Cuesta comprender que pudiera jugarse la familia y la presidencia por unas cuantas ‘mamadas’ en el Despacho Oval.
Le costó creérselo a la misma Hillary, quien le defendió convencida hasta el tuétano de que «esta vez» él no mentía cuando le juró que con Lewinsky no había pasado nada.
Todo ha cambiado en EEUU. Las esposas ya no tragan. Y quien lo dude que le pregunte a Weiner, Edwards o Schwarzenegger.