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El libro sobre Mario Biondo deja con el culo al aire a Raquel Sánchez Silva

El autor tilda a la periodista de "mentirosa" y la dibuja como una viuda "fría" que mantiene las distancias

El libro sobre Mario Biondo deja con el culo al aire a Raquel Sánchez Silva
Mario Biondo y Raquel Sánchez Silva EE

El caso de la muerte de Mario Biondo es uno de los que más se ha escrito en los ultimo tiempos, y parece que todavía falta mucho por escribir.

Cuando se habla de la muerte de Biondo es inevitable traer a colación el nombre de Raquel Sánchez Silva (45 años). Desde aquel fatídico 30 de mayo de 2013, el misterio que rodea a este fallecimiento es un fantasma del pasado que persigue a la presentadora año tras año, según recoge Elena Bustamante en El Español. (Los comprometedores vídeos de Raquel Sánchez Silva que encontró Mario Biondo poco antes de morir).

El libro publicado a finales de octubre, Muerte de un chico bueno: La increíble historia de Mario Biondo, está repleto de continuos ataques contra la presentadora, e insinuaciones que no la dejan en buen lugar durante el funeral y la investigación posterior a su muerte. (El revés de la madre de Mario Biondo a Raquel Sánchez Silva: «Nunca lloró, dijo que murió con un juego erótico»).

Se trata de una obra que está conmocionando Italia y que ha escrito Paolo Gentili, en colaboración con la madre del difunto. Un libro que defiende que se trató de un asesinato, y no de un suicidio. Hipótesis muy extendida en Italia y que siempre ha defendido la familia del Biondo.

El día después de encontrar el cadáver del cámara, la familia de Biondo aterriza en Madrid. Durante su estancia en España, el libro dibuja a una Raquel fría que mantiene las distancias con su suegra y el resto de familiares del cámara.

Son insinuaciones donde la presentadora parece tener un comportamiento que el autor de la obra perfila como extraño. Ya en el Instituto de Medicina Forense de Madrid la española baraja diferentes hipótesis, algunas tan «ilógicas» como el que podría haberse quitado la vida porque acababan de hacerse unos análisis de fertilidad (buscaban ser padres), y se descubrió que tenía «muy poco espermatozoides». Una razón que no le terminó de cuadrar a Santina, menos en un «hombre de 30 años lleno de vida y en el apogeo de su carrera», según le espetó la madre.

Pero la verdadera frialdad de Raquel, según el autor, se demuestra en el funeral del cámara en Palermo. La obra da a entender que la presentadora estaba obsesionada con el reportaje fotográfico pactado con los medios españoles durante todo el acto.

Solo baja del coche fúnebre «cuando el agente le da el visto bueno, a la espera de los paparazzis y periodistas españoles alertados para la ocasión» que se encontraban ya en el cementerio de Palermo.

El autor también hace referencia a la «extraña» petición de Raquel para que no estuviera en el funeral Christian, el sobrino de Mario. La presentadora esgrimió que no quería hacerle pasar por ese mal trago, según el libro. Sin embargo, Paolo Gentili asegura que el verdadero motivo era que había vendido la exclusiva y la presencia del pequeño habría comprometido la calidad de las fotografías.

Además, habría pedido a los familiares que la dejaran estar un tanto aislada frente a la tumba para poder posar mejor ante las cámaras.

Tras el funeral y las comidas pertinentes (donde tampoco quiso relacionarse mucho con la familia, según el autor), Raquel regresa a Madrid y la familia se entera de que la presentadora quiere vender las pertenencias del cámara para hacer frente a los gastos del funeral.

Para evitar que los objetos del difunto acaben en manos desconocidas, la familia le dice que ellos compran las pertenencias, que les manden una factura. ¿A cuánto asciende? 11.188,54 euros.

Pero es una información de la que se hacen eco los medios y que desencadena la próxima acción de Raquel:

«Anunciar públicamente que renunciará a la herencia de su marido. Al hacerlo, los Biondo podrían recuperar de forma gratuita cualquier efecto personal que perteneciera al difunto Mario».

De nuevo, en el libro se insinúa que la presentadora no fue del todo honesta, ya que cuando la familia llega a España para conseguir estos objetos se percatan de que faltan muchos:

«La ropa comprada por el cámara en España, las dos pantallas de alta resolución que Mario conectó al ordenador para trabajar, la PlayStation, e innumerables objetos personales».

«Lentamente, todas las palabras y afirmaciones de la nuera comienzan a alinearse y aparecen como lo que son: mentiras». Una frase rotunda en la que el autor deja evidente qué opina sobre la presentadora.

A continuación, Paolo realiza una enumeración de los testimonios de la presentadora que considera falsos y que luego rebatirá: Mario Biondo fue adicto a la cocaína en Supervivientes, llevaban una vida de casados «feliz y maravilloso» y hacían muchos planes juntos, su marido sufría desmayos repentinos sin saber por qué y que el hermano de Biondo le había contado que de pequeños solían estrangularse jugando.

Para ganar peso en sus argumentos, el autor reproduce la conversación que mantuvo Sánchez Silva con un juez español y un policía.

«La viuda de Biondo tiene, frente a los magistrados italianos que la cuestionan, una actitud arrogante y precalificada únicamente para limitar lo más posible el daño a su imagen pública. Y esta preocupación a menudo asume tonos grotescos y maníacos», comenta al respecto el autor.

Reproduce el interrogatorio intercalando comentarios que permiten contextualizar sus palabras a la vez que hace algunos comentarios, de nuevo, atacando a la presentadora:

«La mujer siempre encuentra la manera de evitar una respuesta precisa» o «todo esto parece extraño, el menos, para quien lo lee, porque la mujer simplemente evita el tema de las drogas y también quiere negar la evidencia de los hechos y evidencias», son algunos de los comentarios.

En un momento dado, cuando la presentadora y los investigadores hablan sobre lo documentos que podía tener el cámara en su ordenador, entre ellos pornografía, el autor realiza este comentario:

«El hecho de querer saber por parte del juez si hay un vídeo porno filmado sin su consentimiento implica, como una simple consecuencia lógica, que tal vez hay algún vídeo (pornográfico) por ahí, del que incluso ella podría estar al tanto».

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