Centenario de "Un año en el otro mundo", de Julio Camba

En torno al valor del dinero y a las clases sociales

Tercera parte

En torno al valor del dinero y a las clases sociales
Coches eléctricos recargando baterías en el aparcamiento de Google Manuel Ríos

Camba, hombre de mucho mundo con 31 años como ya escribí, descubre el valor del dinero en EE.UU. inmediatamente antes de pisar suelo americano: «Antes de desembarcar en Nueva York, un médico nos vuelve los párpados del revés para ver si tenemos tracoma, mientras otro empleado del Gobierno registra nuestro portamonedas y averigua «cuánto valemos». Si «valemos» menos de treinta dólares no podemos desembarcar en la tierra de la libertad. Si estamos enfermos, tampoco». Y añade un poco más adelante: «Aquí hay una esclavitud económica como tal vez no exista en ningún otro lado, y aquí hay clases».

En otra de las crónicas, don Julio reflexiona en torno a la igualdad de oportunidades, lo que le lleva a establecer que «… aquí el dinero se ha convertido en la medida de todos los valores», para concluir: «[a cada hombre] se le atribuye un mérito personal en relación con el dinero que posee». Chaplin podría ser un ejemplo; según Camba, dijo: «No puedo cobrar menos». Percibía hace un siglo 1.025 dólares semanales, veinticinco para vivir y mil para la categoría.

Observador nato, nuestro autor asimila América a Montecarlo de este modo: «La vida está planteada aquí como una gigantesca partida de póker. El dinero va, viene, cambia de dueño, se multiplica, se subdivide… Es un dinero joven, fresco y valiente, que todavía no ha sentado cabeza. Venir a América es como entrar en una casa de juego. ¿Quién sabe lo que valen veinte duros en una casa de juego?»

Emblema de Rolls-Royce en una pieza del museo del Automóvil en Los Ángeles / Manuel Ríos

Mas, la riqueza no surge por generación espontánea; tras ella existe siempre actividad empresarial, y la empresa requiere de mano de obra. Camba echa mano de la metáfora para reflejar una realidad dura, muy dura: «La inmigración está casi acaparada por los contratistas de obras y por los grandes agricultores [y unos y otros se ocupan] de que sus empleados […] trabajen mucho y de que cobren poco. Sucesivamente van agotando los países más atrasados del mundo, los que están en un plano de civilización más bajo. Y en el nido de América la proporción de los huevos de gallina con respecto a los huevos de águila es cada día mayor».

¿Y hoy?, ¿qué sucede hoy? Lo limitado de mi estancia en EE. UU., tanto en tiempo como en espacio, me impide generalizar. ¿Qué vi? En Los Ángeles, indigencia; menos en San Francisco y apenas en el área de Silicon Valley. Históricamente, Estados Unidos es tierra de arribada, lugar de promisión, El Dorado…, y aquí se instalaron gentes de todo el orbe, de toda raza y color. Camba es durísimo con el racismo que observa en la feria instalada en Coney Island, al sur de Nueva York: «El público, por una cantidad módica puede permitirse el placer de tirarle huevos crudos a unos cuantos negros que están al fondo de una barraca con las cabezas encuadradas en unos lienzos. Hay tirador que no falla jamás y que le da siempre al blanco, es decir, al negro.

El espectáculo constituye un hermoso ejemplo de esta fraternidad de razas que existe en América…» Hoy, el área de Silicon Valley, la capital de la innovación, es una auténtica ONU poblada por personas procedentes de los lugares más remotos e insospechados de la aldea global en que hemos convertido el planeta, personas formadas, cultas, brillantes, bien pagadas, a las que no se toma en cuenta la etnia en que vinieron al mundo ni el color de su piel, sino su capacidad para contribuir a mejorar la vida del ser humano. Vivimos un cambio apasionante no solo tecnológico, que también, sino humano; y un botón de muestra podríamos encontrarlo en este gesto: el CEO de Facebook no dispone de despacho propio, trabaja en un área común utilizando una mesa y un ordenador idénticos a los de sus empleados y para reunirse reserva hora en las mismas salas que utilizan sus trabajadores.

Mas no quiero engañarme; mientras sufría el «jet lag» curioseé los diales de onda media y frecuencia modulada del área en busca de emisoras en castellano, y encontré unas ocho, seis comerciales y dos cristianas, todas expresamente dirigidas a la colonia hispana, fundamentalmente mejicana, que se ocupa casi exclusivamente en el sector terciario-terciario. Con la excepción de las cristianas, técnica y humanamente impecables, las comerciales ofrecen una programación manifiestamente mejorable, pobrísima, chabacana, llevada a antena por charlatanes de feria; programación que incluye muchísima publicidad, engañosa en algún caso a mi entender, y bromas radiofónicas en la línea de Inocente-inocente, participación pobre de los oyentes… y boletines informativos de unos tres minutos cuyo contenido se ciñe exclusivamente a sucesos locales. Todo lo cual da idea del nivel instructivo y económico de la audiencia a que se dirigen.

Unas líneas para los más jóvenes (I) | De esto y de lo otro (II) | En torno al valor del dinero y a las clases sociales (III) | En torno a los récords (IV)| Las elecciones en EE. UU. (V)

Twitter: @boiro10 / Email: centenariolibrocamba [arroba] gmail.com

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