En este frío domingo de diciembre, la cálida pluma de Julia A. Garcia rinde homenaje a tantas mujeres que dejaron atrás su mundo para venir al nuestro y ayudar a otras que dejan atrás su hogar para luchar profesionalmente.
Va por ellas, por las unas y las otras; heroínas silenciosas de la revolución pacífica mas digna de la historia.
ELLAS
La vida de Vivian es una noria en giro perpetuo. Llegó de otro continente para ser sirvienta en este y no tiene más horizontes que cocinar, limpiar, planchar y volver a empezar, hasta perder la ilusión por librar la tarde del domingo. Ha cambiado varias veces de casa y lleva prendido en el alma aroma a caldo de cocido.
Donde sirve ahora no la tratan ni bien ni mal, pero la habitación junto a la cocina es ventilada y aguanta, aunque ha perdido la cuenta de los años y los niños que cuida, mientras los suyos la olvidan.
Hay un recién nacido en este hogar y la madre es primeriza. Vivian se prepara para semanas de siete días y noches insomnes pero no se queja; abraza al pequeño y lo hace suyo, como si fuera el último que ha de criar.
La señora observa la pericia de Vivian preparando el biberón de la mañana. Tiene que marcharse a la oficina y confía su hijo a los brazos extraños. Sabe que el cariño asalariado se diluirá cuando el niño crezca, pero una punzada de celos atraviesa su corazón.