Decía el político alemán Konrad Adenauer que la suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera

¿Cómo atraer la suerte en la Lotería de Navidad? Muy fácil: con San Pancracio y el ‘maneki neko’

Lla ilusión siempre se difumina entre un recital de números, dulces cánticos de niños y el champagne descorchado en otros lugares...

¿Cómo atraer la suerte en la Lotería de Navidad? Muy fácil: con San Pancracio y el 'maneki neko'
Agraciado con el Gordo de la Lotería de Navidad. EFE

Tampoco hay que descartar el auxilio de San Francisco, San Onofre o de San Cayetano cuando uno está dispuesto a tentar a la diosa fortuna

Decía el político alemán Konrad Adenauer que la suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera.

La ilusión con la que uno se despierta en la mañana de la Lotería de Navidad, soñando que por fin tu vida puede cambiar para siempre, se va difuminando entre un recital de números, dulces cánticos de niños y champagne descorchado en lugares demasiado lejanos.

Si la suerte huye de nosotros cada 22 de diciembre, ¿cómo podemos conseguir que este año se quede a nuestro lado? La búsqueda de la fortuna ha sido siempre una constante en la historia de la humanidad.

RITUALES Y SUPERSTICIONES

Desde tiempos prehistóricos, existen los rituales y supersticiones que intentan eludir la mala suerte. Cada uno tiene el suyo en la mañana de la lotería: encender velas, besar los décimos o bendecirlos en las horas previas suelen ser los más recurrentes.

El santo con más trabajo en esa fecha tan señalada es San Pancracio, considerado como el santo de los afligidos por la pobreza, de la fortuna y de los juegos de azar. Es habitual ver su imagen en los negocios conjuntamente con un florero que lleva una rama de perejil y una moneda de veinte o cincuenta céntimos. La gran mayoría recurre a él para encontrar esa oportunidad de éxito.

OTROS AUXILIOS

Tampoco hay que descartar el auxilio de San Francisco, San Onofre o de San Cayetano cuando uno está dispuesto a tentar a la diosa fortuna. En situaciones muy desesperadas, podemos también invocar al espíritu de la buena suerte («¡Oh misterioso espíritu dirigid todos los hilos de nuestras vidas! Desciende hasta mi humilde morada ilumíname para conseguir, por medio de los secretos azares de la loteria, el premio que ha de darme la fortuna, el bienestar y el reposo») o recurrir a San Expedito, el patrón de las cosas imposibles.

LA HERRADURA, EL TRÉBOL Y LA PATA DE CONEJO

También son muchas, y muy dispares, las leyendas que giran en torno a la suerte. Elementos como las herraduras, los tréboles de cuatro hojas o las patas de conejo se asocian frecuentemente a la fortuna y, poseerlos, nos acercan también más a la felicidad. El origen de su simbolismo es muy distinto.

En los tréboles de tres hojas, cada una representa una parte de la Santísima Trinidad: padre, hijo y Espíritu Santo. La hoja adicional representa la gracia de Dios, algo asociado con la buena suerte en la cultura irlandesa. Pese a conocerse su procedencia, no se sabe cuál es origen real.

Algunas historias incluso se refieren a que Eva llevaba un trébol de cuatro hojas al jardín del Edén para llevar la buena suerte con ella cuando entró en el mundo.

La herradura colgada en la puerta o la pared también es un amuleto de buena suerte. Según la tradición, San Dunstan, herrero de profesión, recibió la visita de un hombre que le pidió unas herraduras para sus pies.

Dunstan reconoció inmediatamente al diablo en su cliente, así que lo convenció de que debía encadenarlo a la pared para hacer el trabajo. Con el diablo en su poder, el santo le hizo jurar no entrar nunca más en una casa donde hubiera una herradura colgada sobre la puerta.

OJO CON LOS DETALLES

Pero ojo, para que surta efecto hay que colgar la herradura con los extremos apuntando hacia el cielo porque, en caso contrario, podemos invocar a la desdicha. Durante mucho tiempo, en zonas escandinavas se creía que los herreros tenían poderes mágicos ya que trabajan con fuego y hierro, un metal que muchos creen que guarda en su interior poderes especiales.

La creencia de que la pata de un conejo da suerte también es muy antigua y algunos datan su origen en el 600 antes de Cristo. Por entonces, algunos pueblos creían que los conejos albergaban en su interior los espíritus de los hombres y las mujeres que habían fallecido. Los celtas europeos también veneraban a estos animales por pasar tanto tiempo en sus madrigueras, lo que les llevó a creer que sus cuerpos estaban habitados por numinas, espíritus subterráneos que podían transmitir la suerte.

EL GATO ASIÁTICO

También ha encontrado su hueco en la superstición occidental la leyenda del gato de la suerte, una figura muy habitual en la cultura asiática. Según se cuenta, hace trescientos años una fuerte tormenta sorprendió al señor Naotaka mientras cabalgaba por el oeste de Tokio. Incapaz de proseguir su camino, buscó refugio bajo un enorme árbol.

Mientras trataba de no mojarse, se fijó en un viejo y derruido templo cercano y a un gato que le hacía señas desde el quicio de la puerta como invitándole a cobijarse dentro de él. Sin pensarlo dos veces, el gobernador abandonó el árbol y corrió hasta el viejo templo. Justo en ese instante, un colosal relámpago cayó sobre el árbol y lo partió. Esta historia ha dado origen a las estatuillas japonesas llamadas ‘maneki neko’, el gato de la suerte (o, literalmente, ‘gato que llama’) y que es habitual ver ahora en establecimientos asiáticos.

A veces tiene levantada su zarpa izquierda para atraer a los clientes al negocio; si en cambio tiene levantada su pata derecha, llama a la riqueza o la fortuna.

Quizá con esta ayuda, la suerte esta vez se quede con nosotros y nos permita hacer real los sueños que siempre hemos anhelado cumplir. Pero, por si acaso, ya se sabe: a mala suerte, envidia fuerte.

 

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