Desde el inicio del viaje, allá por noviembre de 2017, he conocido ya numerosos días de lucha frente a un viento terrible en la Ruta 40 y contra las lluvias chilenas. He tenido que resistir al frío, al ripio, al cansancio, he tenido días de duda, de rutas demasiado largas pero también días de victorias, días de luz, de felicidad, días de sonrisas, de encuentros magníficos, días llenos de lagos, glaciares, vistas y montes increíbles, días de grupos de guanacos (vicuñas) andando en las estepas, días de paz interior también. ¿Eso es todo lo que buscamos en una aventura, verdad? Más. Vivir más. Ver, encontrar, conocer, disfrutar más, e incluso, sufrir más.
Ayer fue un día difícil. Un viaje de cinco meses para recorrer Sudamérica en moto es una experiencia que pocos llegan a conocer en su vida, pero tuve una suerte inmensa durante los dos primeros meses: he hecho la primera parte del viaje con mi hijo de veintiun años, disfrutando de sus ideas, de su visión y experiencias diferentes, de su ayuda, admirando su madurez que ha crecido tanto recientemente.
He tenido la oportunidad única de compartir cada momento, veinticuatro horas al día, siete días a la semana semana, algo que nunca tenemos oprotunidad de conocer en la vida normal. Claro que no teníamos siempre las mismas ideas, claro que algunas veces el tono se ha elevado entre nosotros, lclaro que el choque de dos personalidades no siempre acaba con un mutuo acuerdo, claro que no apreciaba cuando ronqué por la noche y no me agradó cuando me despertó por eso, pero al final, qué éxito, qué recuerdos maravillosos tenemos juntos de Valparaiso a San Martin de los Andes, de Bariloche a El Chaltén y El Calafate, de Ushuaia al Cabo de Hornos, de Chile Chico a Chiloe, de Villarrica a Santa Cruz!
Se fue mi hijo ayer. Se ha ida la luz. Se va a descubrir Australia y otros lugares, y a mí, me quedan por delante muchos más kilómetros, la segunda parte de mi itinerario, dirección Atacama, Iquique, Arequipa, los sitios Incas, y más lejos, Lima, Ecuador y Colombia. Se ha ido mi hijo y a mí me invade un sentimiento de tristeza, mientras me pierdo en el corazón ruidoso de Santiago de Chile, cerca del lugar donde Salvador Allende perdío la vida hace 43 años, algunos días antes de que falleciera Pablo Neruda.
Y, no obstante, me tranquiliza, porque se ha ido con la cabeza llena de recuerdos, porque se ha ido feliz, hambriento de descubrir otros continentes, y porque se ha ido sin sufrit accidente ni lesión alguna. Ahora lo puedo confesar (y de todas maneras, sé que su madre lo sabía, no se preocupen), tuve miedo de un accidente, tuve miedo por él, no tanto por mí. Tuve miedo, cuando nos caímos en el ripio hace un mes, cuando nos quedamos sepultados bajo la moto, y le oí gemir, pero por suerte, ninguno de los dos sufrió lesiones el día de la caída.
Hemos recorrido 8228 kilómetros juntos en moto. Un poquito más si cuento los kilómetros que hemos recorrido con una moto de alquiler en la Isla de Pascua. Antes de irnos de Europa, pensaba que él podría también conducir la moto, pero no tiene carnet de conducir válido para las motos de gran cilindrada y, además, manejar un peso de 450 kilos (equipajes y nosotros incluidos) no es algo que se aprende así de la noche a la mañana.
El pasajero en una moto no ve mucho, no tiene mucho sitio encarcelado entre el equipaje, no puede mover las piernas, no sabe cuando hay peligro, no sabe cuando vamos a frenar, no entiende a veces qué pasa, e intenta sin mucho éxito resistir a las sorpresas frecuentes de la ruta. Pero mi hijo resistió bastante bien, a veces con mucha atención a la izquierda o a la derecha del casco, a veces leyendo Proust (!), a veces durmiendo, y, supongo, a veces, estudiando los detalles y las pequeñas imperfecciones de mi casco durante horas.
Espero el mes de junio con ganas , cuando nos veremos para descubrir todas las fotos juntos, reír y rememorar esos momentos privilegiados. Espero que hablemos y disfrutemos de eso durante mucho tiempo. Sé que hay que tener mucho cuidado ahora, porque he perdido dos ojos (los mejores, los de veinte y un años) y la pequeña voz que oía dentro mi casco ha desaparecido. Hijo, tienes un padre muy orgulloso de ti, lo estaba antes del viaje y lo estoy más cada dia. Tengo mucha suerte como sabes, hijo, porque tienes una hermana muy diferente, y estoy muy orgulloso también de ella que ha emprendido una aventura por Australia con tan solo 19 años!
Eso es la tercera parte de Mis Diarios de Motocicleta. Otros seguirán pronto.
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