Al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, no le gusta la educación afectivo-sexual que se está impartiendo en España. Cree que “el Estado ha invadido un campo que no le pertenece”, invita a los católicos “a exigir que haya libertad no condicionada” en este terreno y a tener más hijos. “Porque, en Europa y en España, dentro de poco sólo habrá hijos de musulmanes”.
El purpurado madrileño estaba ayer en el salón de actos del seminario de Madrid. Como invitado estrella de la presentación de “Aprendamos a amar” (Editorial Encuentro), un proyecto de educación afectivo-sexual, dirigido a jóvenes, educadores, sacerdotes, catequistas y padres católicos. Ante un público entregado, Rouco se lanzó a improvisar. Con mensajes muy claros.
Primero hizo una especie de fundamentación teológica. “Esto es una parte del catecismo”, dijo. Y después apeló a sus propios recuerdos. “Todos hemos sido niños y nos acordamos de nuestras historias”. Para añadir: “Sin la relación directa con Dios no hay método que permita triunfar en estas cosas”.
A su juicio, la sexualidad es algo “delicado” que, además, “se ha descuidado muchísimo en la Iglesia”. Algo que, sin embargo, no hicieron “el demonio y el mundo”. Y tampoco, el Estado. Porque, para el arzobispo de Madrid, “el problema de las relaciones Iglesia-Estado es que éste último ha invadido un campo que no le pertenece. Y ahí está”.
A su juicio, la libertad religiosa no consiste sólo en “libertad de culto”. Por eso invitó a los católicos a “exigir que haya libertad no condicionada también en este campo” de la educación sexual. Para el purpurado, está claro que, en la actualidad, “si se quiere atacar a la fe, se ataca al matrimonio y a la familia. En este aspecto es donde el ataque a la fe es más grave, más central y más decisivo”.
Además, el cardenal hizo una invitación a las familias a procrear. “La sociedades europeas son sociedades de viejos”, se lamentó. Y añadió: “Dentro de poco, en Europa y en España sólo habrá hijos de musulmanes”.
Y terminó con un consejo:“La verdad del amor en el matrimonio y en la familia no se consigue, si no hay ascética del alma y del corazón. Una especie de ayuno interior”.
Antes, el cardenal había escuchado las consideraciones del profesor Juan de Dios Larrú y de su vicario episcopal, Ángel Matesanz. El profesor de la Facultad San Dámaso destacó que el proyecto “Aprendamos a amar” hace referencia a dos ámbitos muy importantes de la vida: la educación y el amor.
Por su parte, el vicario Ángel Matesanz recordó que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer y ahondó en la importancia de preparar mejor a los novios hacia el matrimonio, así como la educación afectivo-sexual de los niños, responsabilidad de los padres y una necesidad, expuso, “urgente” por lo que “no se puede intervenir de manera indiscriminada”.
Pero la intervención más sabrosa y que el cardenal escuchó sin pestañear fue la de Nieves González Rico, directora de la Fundación Desarrollo y Persona. En su larga y amena disertación, acusó al Gobierno de limitarse simplemente a “que los jóvenes aprendan habilidades con el preservativo”.
Explicó el “fenómeno del rollito, que consiste en que los jóvenes hoy ya no se piden salir, sino rollo, si les apetece a ambos”. ¿La consecuencia? “El doble de jóvenes embarazadas que hace diez años”.
Describió a la juventud actual como “jóvenes envejecidos y desgastados en un cuerpo joven”, que no encuentran respuestas a su maduración sexual. Y puso varios ejemplos, ante la mirada entre atenta y divertida del cardenal. “¿Por qué tengo erecciones por la mañana?, se preguntan los jóvenes. Y los manuales les contestan: porque se acumula la sangre en el pene. Habría que decirles: no sólo por eso, sino también porque te estás preparando para amar. Y lo mismo pasa con la lubricación de la mujer”.
Según Nieves González, a los jóvenes “les preocupa el tamaño de sus genitales” y asegura que el prototipo del joven actual es “alto, guapo, culito pimpollo y con tabletas de chocolate en el pecho”. Aseguró, asimismo, que “la masturbación es una válvula de escape” y que, incluso, “se está planteando como un mecanismo de autoestima”.
Y la profesora comenzó a dar consejos a los jóvenes. “El beso no se lo entregues al de la discoteca que no conoces de nada, sino al que te prefiere”. O “aprended a ser amigos y amigas sin ser gays”. Y concluyó, dirigiéndose al cardenal: “¡A ver si en la Iglesia espabilamos y ponemos los medios concretos para educar en este campo!”.
El cardenal sonreía, invitó a los presentes a comprar el libro y terminó contando una gracia y entonando un canto. La gracia: “No sabía yo que los curas tenemos fama de pedir. ¿Qué será los obispos? ¡Unos pedigüeños absolutos!”. Y como colofón el canto, el que más le gusta, con el que se ha identificado y el que entona en todas partes. Su himno preferido, el himno de La Almudena, que canta con su voz cascada por los años, pero todavía afinada.