Heidi Fleiss, la niña bien californiana que durante la década de los noventa demostró su carácter emprendedor organizando un millonario negocio de prostitución en Los Ángeles- continúa en la brecha. Cuenta Pedro Rodíguez en ABC que la notoria empresaria carnal, que por su delictiva trama con ramificaciones cinematográficas tuvo que purgar 21 meses de prisión, vuelve esta vez al proscenio de la más morbosa actualidad con el proyecto de una casa de citas para clientela femenina en Nevada donde este tipo de transacciones son perfectamente legales.
En búsqueda de un mercado relativamente virgen, la «madame» de Hollywood aspira a instalar su nuevo tinglado a unos cien kilómetros de Las Vegas, la capital del vicio consentido en Estados Unidos. Para no desentonar con la tradición de arquitectura «narco-hortera» de la zona, Heidi quiere construir en un terreno de sesenta acres todo un fabuloso complejo en forma de castillo, con suelos de mármol, termas, tienda de regalitos especiales y lujosos «bungalows» privados, además de una veintena de Casanovas literalmente dispuestos a satisfacer cualquier capricho.
La proxeneta, con 39 años muy intensos, ha justificado su peculiar empresa, que contaría con el respaldo de nebulosos inversores privados, argumentando que en la actualidad «las mujeres son cada vez más independientes, ganan más dinero y les cuesta mucho más conectar, hasta el punto de que ligar les resulta casi más difícil que adelgazar».
A pesar de no haber abierto un proceso formal para seleccionar su fuerza laboral, Heidi dice contar con centenares de solicitudes de trabajo.
Con todo, la discreta industria sexual de Nevada no agradece para nada el muy comentado desembarco de Heidi, al temer que tanta atención y expansión termine por alentar protestas e iniciativas para eliminar los 26 prostíbulos legales que operan en la zona bajo muy detalladas regulaciones.
De hecho, estas ordenanzas prohíben explícitamente la contratación o entrega de licencias de operación a personas con antecedentes penales por delitos que impliquen «vileza moral». Restricción que la reincidente «madame» estaría dispuesta a cuestionar en los tribunales.
La gran ironía es que las tarifas manejadas para este montaje son una fracción del dinero que la señorita Fleiss llegó a cobrar con anterioridad: 250 dólares por hora en comparación con una exuberancia irracional de hasta 10.000 dólares.
Diferencias que ilustran los muy diferentes gustos femeninos y masculinos en materia de gratificaciones instantáneas. Pero frente a los que anticipan un futuro ruinoso, Heidi se ha asegurado la rentabilidad inicial de su última aventura dejando que el gigante televisivo HBO filme un inolvidable documental.