El camino para los nuevos
acuerdos de lucha contra el cambio climático aprobados hoy en
Montreal ha estado jalonado con grandes obstáculos que en el último
minuto estuvieron a punto de arruinar el consenso.
El ministro de Medio Ambiente de Canadá, Stéphane Dion, no pudo
ocultar su satisfacción cuando finalmente la XI Conferencia de la
ONU sobre Cambio Climático aprobó a las 11.00 GMT del sábado (06.00
hora local en Montreal) la doble vía para luchar contra el
calentamiento global, que había estado preparando desde hacía meses.
Dion, presidente de la conferencia, utilizó un mazo para marcar
la aprobación a la vez que proclamaba con solemnidad: "Distinguidos
delegados, han mantenido la confianza que la gente del mundo ha
depositado sobre nosotros".
"Afrontando la peor amenaza ecológica contra la Humanidad, han
dicho que el mundo está unido y junto. Paso a paso ganaremos esta
batalla", afirmó Dion en tono seguro.
Minutos antes, la imagen de Dion era absolutamente opuesta y el
mundo se arriesgaba al fracaso de unas negociaciones que
prácticamente todos los gobiernos del planeta, excepto Washington,
había considerado esenciales para el futuro de la Humanidad.
Dion, parado de pie en un lateral de la sala plenaria del Palacio
de Congresos de Montreal, miraba de forma amenazadora a la
delegación rusa mientras revisaban una última vez un texto pactado
para solventar las diferencias que repentinamente congelaron la
cumbre poco antes de las 23.00 GMT del viernes.
La postura de Dion era un gesto dramático más, en una conferencia
que pasará a la Historia precisamente por la abundancia de momentos
cargados de tensión.
Empezando por la manifestación en las calles de Montreal de miles
de personas, en medio de temperaturas bajo cero, para reclamar un
mayor compromiso de los líderes del mundo en la lucha contra el
cambio climático.
O la gélida comparecencia pública de la jefa de la delegación
negociadora estadounidense, Paula Dubronsky, en una rueda de prensa
celebrada el miércoles, o los mensajes extremadamente críticos
contra Estados Unidos del presidente de Francia, Jacques Chirac, y
el primer ministro de Canadá, Paul Martin.
Dubronsky también protagonizó una espantada durante la cena
ofrecida a los delegados por Canadá como país anfitrión.
La jefa de la delegación estadounidense abandonó la cena en
desacuerdo con las palabras del principal científico ecologista
canadiense, David Suzuki, quien recordó en un discurso que la
catástrofe del huracán "Katrina" en Nueva Orleans había sido
pronosticada por los científicos, a pesar de lo cual nada se había
hecho para prevenirla.
Igualmente dramática fue la insistente mano alzada del jefe de la
delegación rusa en Montreal, que solicitó la palabra justo segundos
antes que Dion anunciase la aprobación del acuerdo para profundizar
en los objetivos del Protocolo de Kioto.
Durante unos momentos, Dion intentó ignorar los gestos de los
representantes de Moscú, consciente de que Rusia estaba a punto de
hacer descarrilar las delicadas negociaciones que habían ocupado a
los delegados durante las últimas dos semanas.
Pero por encima de todo, el mayor dramatismo lo proporcionó la
inesperada presencia del ex presidente estadounidense Bill Clinton,
quien pronunció un apasionado discurso en el que instó a los países
del mundo a llegar a un acuerdo para la lucha contra el cambio
climático y a favor de la aceptación de nuevas tecnologías.
"¿Quién puede negarse a mantener este debate?", se preguntó
Clinton, en clara referencia a la posición de la Administración del
presidente de su país, George W. Bush.
Coincidencia o no, pocas horas después de que Clinton lanzase ese
reto, la delegación estadounidense se plegaba a las condiciones de
la Unión Europea y aceptaba iniciar un diálogo sobre cómo hacer
frente al cambio climático en el futuro.