Paul Newman y la Caballé, los que más han cobrado en la historia del «spot»

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El actor Pierce Brosnan se ve gordo en el anuncio de Freixenet

La Razón, Miércoles, 24 de noviembre 2004

El chispeante anuncio ya burbujea como prólogo navideño. Un estreno siempre esperado y que este año se anticipó por condiciones publicitarias, que no incluyen sólo un 29 por ciento más en sus tarifas de emisión televisiva.

Han tenido que pasar por el aro y estrenarlo anoche, algo tan nuevo como la eliminación del arquetípico anuncio del niño con botellón bajo el brazo, tan aireado como Kim Basinger, cuando hizo el «spot» inspirado en «Casablanca» en el 93. La diva recuperada nos encantó personalmente, vivía de las rentas de «Nueve semanas y media». Actualmente reaparecida como acongojante protagonista de «Cellular», ha recuperado la actualidad y el caché perdidos tras sus desencuentros matrimoniales con Baldwin.

Tan harta quedó Kim, que acabó confesando nuevas tendencias sexuales, inmortal resulta ya su desnudo tras las persianas. Algo tan clásico en su erotismo como el guante de Rita o el cruce de piernas de Sharon Stone. «Clics» muy de cine.


Como la actual intención, no pasa de pretensión, del irlandés americanizado de convertirse en un Cary Grant de 2000. Para su ambición travestidora –de 007 a Grant, algo revolucionario– se escuda en una facha que pierde mucho en el vis a vis, que permite descubrir su físico un tanto rosado, blandengue y con muchas pecas. Aunque en «Hasta que la ley nos separe» juega al dandismo de Grant con mucha mímica y desborde facial, como James Bond nunca tuvo la mirada sádica con labios crueles de Connery, ni tampoco el aire bonachón del también heredero Roger Moore, que venía de hacer El Santo con mirada redentora ampliada al agente. Otra contraposición interpretativa adulteradora de esencia.

Bond es Connery, así lo consideran los historiadores del género. Los demás apenas funcionaron: no marcaron una época ni un nuevo tipo, más bien ya caricaturizado, incluso por Timothy Dalton. Brosnan ha representado un 007 tan simpático como su trabajo en «La señora Doubtfire», su primer impacto de comediante emulador. Carece de la malicia casi pérfida de Connery, quien en Marbella estuvo muy apaciguado por su esposa, la pequeña Micheline. Con ímproba ductilidad interpretativa pudo hacer «Nunca digas nunca jamás», «El nombre de la rosa» o «Los intocables». Él sí aúna ironía y maldad.

Brosnan tiene facha, no cabe duda, y más atractivo que refinamiento o elegancia. Incluso se le ve incómodo en el esmoquin Armani del anuncio de Freixenet y le vi un gesto de fastidio al comprobar cómo le engordaba la mal llevada camisa de pechera multiplisada. Desaprobatoriamente movió su cabeza en el estreno miamero. Nada que ver con aquellos impecables trajes Gales de Grant en «Me siento rejuvenecer», con Marilyn, o «Con la muerte en los talones» y «Atrapa a un ladrón». «Chic» del que no se prefabrica. Un galán no exento de maldad sobrepasada como la de «Indiscreta», buen contraste con la cuasi comicidad de «Cintia» –con una impagable Loren– o «Charada» cual tanden perfecto de Hepburn (Audrey). Algo entrevisto en sus comienzos cuando «Recuerda». Cultivó una ingenuidad que podía desembocar en perversidad.

-A Grant le he robado muchas cosas–, reconoció Brosnan en Miami. Paul Newman y Caballé han sido los famosos mejor pagados en el cuarto siglo del «spot», según Pedro Bonet.