En Viladecans ha sido detenido un ladrón nocturno muy curioso, según explica M. A. Luque en El Punt. El delincuente entraba en los pisos a través de ventanas y balcones. Hasta aquí todo es vulgar.
Ya resulta más extraño que su intromisión en los domicilios no fuera silenciosa. El ladrón no se ahorraba ningún ruido, y cuando los que dormían se despertaban y lo descubrían, les amenazaba con un navaja y huía. Con el dinero, los móviles, los objetos que había cogido...
Pero la rareza de este ladrón es que cuando entraba en una casa se dirigía directamente a la cocina. Abría el frigorífico y cogía la comida y la bebida que le permitían cenar. Supongo que era el ruido de platos y vasos lo que despertaba a los dueños de la vivienda. Y entonces cogía cuatro cosas, enseñaba el arma y salía huyendo.
Naturalmente, un ladronzuelo tan escandaloso ha sido finalmente detenido. Y me ha hecho pensar en la clásica locución latina: "Primum vivere, deinde philosophare".
O sea, lo primero es vivir, después ya podremos dedicarnos a leer a Shakespeare, a coleccionar fósiles o a dar sermones morales, artísticos, políticos, sociales. Sin tener el estómago mínimamente satisfecho, es difícil trabajar físicamente y alimentar doctrinas.
El dictador Primo de Rivera, represor de Catalunya, era al mismo tiempo un hombre que quería ser gracioso y campechano. Una vez que se produjo un robo en un hotel, un amigo suyo, Jacinto Capella, transcribió en un libro esta afirmación del general: "El ladrón es una gran necesidad industrial y social".
Y lo argumentó así: "Los ladrones dan más de lo que roban. Haz una estadística de todo lo que roban los ladrones en un año, y haz otra de lo que ganan miles de personas. Sin ladrones no habría que pagar guardias civiles ni policías ni jueces...
No se fabricarían cerraduras ni cajas de caudales... ¡Cuánta gente sin trabajo! ¡Qué desastre! Si todos los ciudadanos cumplieran la ley, ¡cuánta gente se quedaría sin poder comer!".
Es fantástico que esto lo dijera alguien que pretendía la "regeneración" de España.