En pleno cisma y con la lejana meta de la unidad

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El primado anglicano visita Roma

RD, Lunes, 20 de noviembre 2006

Cuenta Iñigo Domínguez en El Correo que la Iglesia católica y la anglicana, separada en el siglo XVI por la bulimia matrimonial de Enrique VIII y por la excomunión a escala insular que recibió su país, vuelven a encontrarse esta semana en Roma, con el habitual debate de fondo, más de sus jerarquías que de sus fieles, sobre por qué siguen divididas y si algún día dejarán de estarlo. Es el meollo de esa cosa llamada ecumenismo, el lento camino hacia la reunificación de los cristianos. El 104º arzobispo de Canterbury, nombrado en febrero de 2003, Rowan Williams, llega mañana a Roma, donde permanecerá hasta el domingo con su mujer, Jane, para encontrarse el jueves por primera vez con Benedicto XVI.

La reunión se produce en un momento de ebullición en las relaciones entre ambas confesiones. Hace justo 40 años tuvo lugar el primer contacto de alto nivel tras el histórico cisma, el encuentro entre Pablo VI y el entonces primado anglicano, Michael Ramsey. Fue entonces cuando ambas Iglesias acordaron empezar a hablar en busca de la reconciliación y surgió la Comisión Internacional Anglicano-Católica para la Unidad y la Misión. La semana pasada se celebró en Leeds, Inglaterra, un congreso histórico de dos días, preparado durante cuatro años, entre anglicanos y católicos, la primera reunión de este tipo nunca realizada.

 La declaración conjunta firmada por Williams y el cardenal Murphy O'Connor afirmaba el «entusiasmo por el diálogo» y mostraba la confianza en que el Espíritu Santo «inspire nuestra peregrinación hacia la unidad». Pero llevan así 40 años. Williams reconoció luego en el 'Catholic Herald' que el camino a la unidad «está en una fase de estancamiento». Sobre todo porque antes de nada la Iglesia anglicana debe resolver sus problemas internos.

Es cierto que en las conversaciones teológicas se han dado pasos sobre la eucaristía, el ministerio sacerdotal, la Virgen, los sacramentos y otros aspectos. De hecho en el pasado se llegó a ver al alcance de la mano la soñada unidad, pero entonces apareció en escena el sexo: los anglicanos aprobaron la ordenación de mujeres en 1992 y se acabó el optimismo. En realidad, la 'rama norteamericana' y línea de choque progresista, la Iglesia Episcopal, ya lo aceptó en 1976. Actualmente hay unas 2.000 sacerdotisas.

Una mujer, jefa en EE UU

Lo que ha ocurrido desde entonces es un fenómeno curioso, que desde el Vaticano se ve como una confirmación de sus argumentos: ess misma brecha se ha extendido a los propios anglicanos, 70 millones de fieles ahora muy divididos y al borde del cisma. La 'apertura sexual' ha sido una caja de Pandora. Las mujeres han llegado al grado siguiente, el obispado, y luego siguió en algunas diócesis el reconocimiento de derechos a gays y lesbianas en el matrimonio y el sacerdocio.

En 2002 se evitó un primer cisma porque se consiguió convencer al cura homosexual británico Joffrey John para que renunciara a ser obispo (aunque se ha casado este año por lo civil con otro sacerdote). Pero el cataclisma llegó en 2003 con la ordenación del homosexual Gene Robinson como obispo de New Hamshire, en EE UU. Los líderes del 'Global South' (África, América Latina y Asia), con 50 millones de fieles, declararon abierta una fractura con la Iglesia estadounidense, cuyo avance heterodoxo no se detiene. En mayo estuvo a punto de ser obispo de California una lesbiana con pareja, Bonnie Anne Perry, y hace dos semanas fue incluso nombrada jefa de la Iglesia Episcopal la obispo Katharine Jefferts Schori. Una decena de diócesis, de 111, se niegan a reconocerla y amenazan una secesión.

Williams no puede sino lidiar con oficio ante semejante panorama, pues la autonomía respecto a Canterbury de las 37 diócesis repartidas por el mundo -básicamente las áreas de influencia inglesa- hace difícil cualquier autoridad al estilo del Vaticano. Williams ha llegado a proponer un plan de «dos Iglesias asociadas», una tradicional y central con otra reformista subordinada. Un cisma maquillado entre EE UU y el resto del mundo.

En el mundo católico siempre se calcula que el sector tradicional puede acabar perfectamente en su órbita, pero el Vaticano, que acaba de reafirmar el valor del celibato y no quiere ni oír hablar de mujeres curas, está muy lejos en este momento de la Iglesia anglicana. El propio Benedicto XVI y Williams, abiertamente progresista y afín a una concepción más privada de la fe, tienen personalidades opuestas. Ambos son cultos y eruditos, se conocen bien y seguro que disfrutarán de la conversación, pero nada más. El Papa está interesado en cultivar el ecumenismo y la próxima semana viaja a Turquía a encontrar al patriarca ortodoxo de Constantinopla. Pero es difícil que se repita la imagen del Jubileo de 2000, cuando Juan Pablo II abrió la puerta santa de San Paolo con el patriarca y el arzobispo de Canterbury. Ratzinger prefiere hablar en un despacho y jugar al ajedrez teológico.

Rowan Williams es el primer líder de la Iglesia anglicana ascendido desde fuera de las estructuras del 'establishment'. Esa palabra inglesa, de origen francés, tiene su origen en el establecimiento de la Iglesia de Inglaterra como la fe del Estado. Tony Blair, como primer ministro, le eligió en 2003, con aprobación de la Reina, entre los dos candidatos propuestos por una comisión del Sínodo General, cuando Williams era obispo de Monmouth y arzobispo de Gales, donde no es Iglesia establecida.

Nació en Swansea, hace 56 años, en una familia no conformista, que acudía a las capillas presbiterianas. El traslado familiar a Mumbles, un bello puerto pesquero en la bahía de la ciudad galesa, cambió sus costumbres. Rowan Williams sintió la vocación religiosa en las misas de la Iglesia de Todos los Santos, donde la liturgia era anglocatólica.

Si el itinerario se completa con el dato de que Rowan Williams fue un muy buen estudiante, el retrato juvenil ofrece ya posiblemente los rasgos elementales de su personalidad.

En primer lugar, su carácter galés, o céltico, una geografía cultural que inspira el culto por la palabra -Williams es un aceptable poeta- y por el sentimiento. Estudiante y profesor de Teología en Cambridge y Oxford, ha elogiado los cantos o la experiencia mística como valores religiosos esenciales. Entre sus obras, ha publicado una biografía de Santa Teresa de Ávila.

Posiblemente de la raíz presbiteriana nace la seriedad de su fe. La teología del centésimo cuarto arzobispo de Canterbury tiene detractores pero sus críticos reconocen que es un hombre profundamente religioso.

Antes de su viaje a Roma, donde ya estuvo -algo inédito en un primado anglicano- en el funeral de Juan Pablo II y en la proclamación de Benedicto XVI, se recuerda que en su juventud pensó en unirse a la Iglesia católica.

Eucaristía y unión

Los ingleses anglocatólicos suelen ser de las clases poderosas. La Alta Iglesia. Las disputas de los siglos XVI y XVII aún reverberan y el otro 'establishment' -social, económico o monárquico- adopta un anglicanismo valedor del rito y de la jerarquía. Es una vieja división con el evangelismo, con metodistas o presbiterianos, la Baja Iglesia iconoclasta y ultrademocrática.

La frecuentación de la Iglesia de Todos los Santos en la Gales minera dejó en Williams un legado distinto. Sintió atracción hacia la vida monacal, hacia los Padres del Desierto. También hacia María. Y especialmente hacia la Eucaristía como experiencia trascendental, como sacramento que debe cimentar la fe común de todos los cristianos.

No abrazó la fe católica porque tenía un reparo insalvable hacia la infalibilidad del Papa y no le gustaba el carácter mecánico de indulgencias o gracias en la Iglesia de Roma. El más intelectual de los arzobispos de Canterbury recientes ha leído la obra de Bendicto XVI, a quien expondrá su intensa empatía con los ortodoxos cismáticos de Oriente.

Williams reza ahora y se queja a su Dios por dejarle al frente de una Iglesia dividida por la sexualidad. Intenta urdir la unidad, aunque ha escrito en defensa de las mujeres sacerdotes -«María es madre pero también hermana»- y de los homosexuales: «La condena de las relaciones del mismo sexo debe confiar en un fundamentalismo abstracto sobre unos textos muy ambiguos o en una teoría ruda y no escritural sobre la complementariedad física de los cuerpos».

Rowan Williams es definido como un ortodoxo socialista. Ha argumentado sobre la ausencia de valores en el Estado-mercado que sólo administra intereses en competencia; contra la invasión de Irak, por «reducir el requisito para la guerra de forma inadmisible», y contra el consumismo «de la falsa elección». El Papa hablará con un arzobispo anglicano que cree en la importancia de la institución eclesial, pero no acepta una convergencia que no esté basada en un contenido teológico común.