Famosa a su pesar

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Alicia Koplowitz

Época, Miércoles, 25 de mayo 2005
La fotografía, realizada por Silvia Polakov, mostraba a los ojos de los españoles el rostro de la enigmática mujer de la que tanto se hablaba entonces. Se sabía que era multimillonaria, se presumía que debía ser guapa, el resto se desconocía. La irrupción de Alicia Koplowitz (Madrid, 1952) y de su hermana Esther (Madrid, 1950) en la opinión pública española fue como un géiser. Hasta entonces habían permanecido lejos de los focos, y cuando éstos las apuntaron con toda su potencia, se sintieron molestas.

“El mayor daño que me ha hecho Alberto Cortina es hacerme famosa”, cuentan que comentó Alicia en los momentos más penosos de su separación matrimonial. Incluso cuando Alicia enseñó su rostro fue de un modo precavido, con retrato oficial realizado por una prestigiosa fotógrafa. No le gustan las cámaras, le preocupa su intimidad y la de los suyos, no quiere fotos en la cubierta del yate, ni en las primeras filas de la pasarela Cibeles, ni su apellido en letras doradas como mecenas cultural o benefactora social. Se siente cómoda tras el telón; cuando la sacan al escenario se le cae la mirada o la oculta tras las gafas de sol y si, además, se convierte en protagonista a pesar suyo y cuando está viviendo un momento personal duro...

Así se encontraba Alicia Koplowitz cuando se hizo pública su imagen. Eran los noventa, la España del pelotazo, el dinero fácil, las fortunas meteóricas en Bolsa, la corrupción socialista, los tiempos de nuevas caras en la prensa del corazón. Isabel Preysler y las princesas de Mónaco se toparon con una inesperada competencia, la beautiful people de lustrosos zapatos ingleses, pelo repeinado, esquí en Gstaad, colección de pintura y avión privado. Entre esta nueva troupe destacaban dos primos, Alberto Alcocer y Alberto Cortina, dos niños bien muy espabilados que se deslizaban como ágiles ofidios en los despachos de las altas finanzas españolas.

Los Albertos y otras fotos crearon un nuevo género periodístico, el financiero-rosa. Y con él empezó el acoso mediático a las hermanas Koplowitz, hasta ese momento dos auténticas desconocidas, dos millonarias invisibles, que habían gozado desde niñas de la protección del anonimato y de hombres robustos. El primer protector fue su padre, Ernesto Koplowitz Sternberg, un hombre emprendedor con un fino olfato para atisbar el infortunio. Supo prever lo que le esperaba a los judíos centroeuropeos con el auge del nazismo. Koplowitz huyó de la Alta Silesia y se instaló en España.{sumario}Alicia es tímida e introvertida, pero muy decidida y firme en la gestión de sus negocios{/sumario}
Cuando comienza la guerra en España, se marcha a Francia y cuando allí se escuchaba el motor de los tanques alemanes, regresa a España donde trabaja en la empresa AEG. Su matrimonio con la aristócrata de origen cubano Esther Romero de Joseu y Armenteros le abre nuevas puertas. En 1952 Ernesto compra la empresa Construcciones y Reparaciones. La gestión de Koplowitz es brillante. Ayudado por sus buenas relaciones con los políticos del momento, el negocio crece y obtiene rentables contratas, como las de la limpieza de las alcantarillas, las bocas de riego y la retirada de la basura de Madrid, y cambia su nombre por el de Construcciones y Contratas.

En 1962 tiene lugar el primer acto de la tragedia en la vida de las niñas Koplowitz, por aquel entonces alumnas del Liceo Francés de Madrid: Ernesto Koplowitz muere a consecuencia de una caída de caballo en el Club de Campo de Madrid. Su viuda, Esther Romero de Joseu, se siente perdida frente a la gestión de la empresa. Aparece entonces el segundo protector, Ramón Areces, el fundador de El Corte Inglés, gran amigo de la familia. Él se encarga de la empresa, pasa a ser su presidente y se convierte en un segundo padre para Esther y Alicia, que, con 18 y 16 años de edad, se quedan solas: su madre muere de cáncer en 1968.

Las niñas son las dueñas de la empresa y como tales entran en el consejo, pero cuentan con el siempre fiable paraguas de Areces. Por entonces se ennovian con un par de primos. El novio de Alicia es Alberto Cortina, hijo del ministro de Asuntos Exteriores franquista Pedro Cortina Mauri; Esther se empareja con Alberto Alcocer, hijo de un agente de cambio y Bolsa y nieto de un alcalde de Madrid. Ellos se convierten en los terceros protectores de las jóvenes Koplowitz. Alicia se casa en 1970, a los 18 años, recién aprobado el examen de ingreso en la Escuela de Bellas Artes. Pero no llega a ir a clase, se queda en casa y su marido la sustituye en el consejo.

Esther se había casado tres meses antes e hizo lo mismo: ceder el asiento a su Alberto. Los primos son enérgicos y ambiciosos. La potencia de sus iniciativas hace que se produzca el inevitable choque con la vieja guardia de Areces. Fueron tiempos duros para las hermanas Koplowitz, con el corazón partido entre los maridos y el padrino. En 1987 acaba la tensión con la salida de Areces y su equipo de la empresa constructora.

Comienzan las tremendas turbulencias emocionales para las hermanas. Sus maridos están hasta el cuello en la batalla por el poder y el dinero. Son los años de KIO, Cartera Central, Mario Conde, Javier de la Rosa, las puñaladas de despacho, la guerra sucia de fotografías en las revistas del corazón....

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