La 51 edición de la Bienal de
Arte Contemporáneo de Venecia, inaugurada hoy, deja amplio espacio a
diversas expresiones artísticas teñidas de polémica, que buscan la
provocación y suscitar reacciones en el espectador.
Aunque el escaparate veneciano reúne cientos de obras
contemporáneas de las más variadas procedencias y estilos,
inevitablemente hay algunas más llamativas que, por su forma o
contenido, terminan para bien o para mal en boca de todos.
En esta ocasión, buena parte de las creaciones abiertamente
contestatarias se encuentran en el apartado "Siempre un poco más
lejos", a cargo de la española Rosa Martínez, que dirige la presente
edición de la Bienal junto con la también española María de Corral.
Su exposición, situada en el antiguo astillero del Arsenal,
alberga en la primera sala una de las creaciones más comentadas y
sin duda fotografiadas de la exhibición: una enorme lámpara blanca
de aparente estilo clásico, que en lugar de cristales tiene cientos
de tampones para la menstruación entrelazados unos con otros.
El peculiar ornamento es una de las creaciones más
representativas de la franco-portuguesa Joana Vasconcelos, que le
dio el título de "La novia" para mostrar la hipocresía del blanco
virginal del vestido de novia y la realidad sexual de nuestros días.
El mismo fondo está presente en la obra de la guatemalteca Regina
José Galindo, de 31 años y premiada en esta edición con el León de
Oro en la categoría de artista joven, que en un vídeo muestra con
todo detalle una operación de reconstrucción del himen.
Sabedora de que estas imágenes no dejan indiferente a nadie, la
comisaria Rosa Martínez recalcó que el objetivo es poner en
evidencia a través del arte una problemática existente en gran
número de países.
"La gente tiene que reaccionar contra lo que esas obras
reflejan, no contra las propias obras", señaló a EFE, antes de
recordar que en muchos países las himenoplastias se hacen "en unas
condiciones lamentables y son un auténtico peligro para las
mujeres".
La muestra tampoco escatima críticas a los certámenes artísticos
y a la propia Bienal, y las más explícitas en este sentido son las
neoyorquinas Guerrilla Girls, un grupo de artistas anónimas que,
desde la década de los ochenta y normalmente disfrazadas de gorila,
condenan la discriminación a la mujer en el mundo del arte.
Para esta ocasión han preparado enormes carteles en los que
denuncian la escasa presencia femenina en la cita veneciana, o
ironizan con las "ventajas de ser mujer artista", que incluyen "no
tener que pasar el trago de ser llamada un genio" o "ver que tus
ideas toman vida en el trabajo de otros".
También está presente en Venecia uno de los más polémicos
artistas contemporáneos españoles, Santiago Sierra, que en la pasada
edición de la Bienal suscitó una oleada de protestas cuando, como
responsable del pabellón de España, prohibió la entrada a todo el
que no tuviera el documento de identidad español.
Su intención era criticar el carácter nacional del arte y al
mismo tiempo poner de manifiesto lo absurdo de los procedimientos de
exclusión nacional, dado que los "privilegiados" que tenían el
documento sólo encontraban un pabellón vacío.
En esta ocasión, la obra de Sierra es una grabación sonora
colocada en la puerta de acceso a la exposición del Arsenal y que
repite de forma ininterrumpida a los visitantes las normas y el
reglamento de la Bienal.
También contiene elementos de crítica la muestra de María de
Corral, que con el título "La experiencia del arte" incluye obras
como la de la estadounidense Bárbara Kruger, que en la fachada de la
sede expositiva ha plasmado un gran mural en el que denuncia el arte
como negocio.
Lo cierto es que buena parte de las creaciones de Venecia tienen
un contenido crítico hacia una problemática o contra determinados
modelos sociales, pero son aquellas más explícitas las que provocan
las reacciones más apasionadas en el espectador.
Es el caso del noruego Stein Henningsen, que junto a los Jardines
venecianos ha levantado un pequeño cementerio, con hileras de cruces
blancas inspiradas en las de un cementerio militar americano cerca
de Normandía (Francia), con las que condena el poder como
instrumento de violencia y denuncia la política exterior de EEUU.