El hablar bien de los Rojos
No sé por qué me cuesta tanto trabajo;
O sí lo sé: porque enojos
Me da mirarle a los ojos,
Viendo que en ollas siempre andan, ¡carajo!,
Y yo sin embargo siempre a agua y ajo;
*
Lo cual, dicho sin rodeos
Y se me entienda, ellos son los orfebres
Que engastan los trofeos
De la verdad en los arqueos
De la Política, en tanto en los pesebres
De la mentira a mí me suben las fiebres;
*
Son los dueños absolutos
De la Historia y la manejan a su antojo;
Yo, aunque mis sesos enjutos,
Trueco sus gozos en lutos,
Advirtiendo frente a frente a cada Rojo,
Que antes se coge a un mentiroso que a un cojo;
*
Pero siguen en sus trece,
Y unas veces solos y otras en manada,
Tienen alguien que les rece,
Aunque en la piedra tropiece
De una ignorancia ya de agua pasada:
Que les ponga a parir, no sirve de nada;
*
No obstante mi suerte beso,
Aunque hablar bien de los Rojos me cuesta un huevo
Y la yema del otro… Eso
Me pone, pues llego al hueso
Al atravesar con mis dardos el sebo
Mental de esta gente… ¡En mí nada nuevo!.