La izquierda radical es hoy día el máximo exponente de esa clase política que, por su ineptitud y necedad, ha impedido el progreso de nuestra Patria

La conjura de los necios

«España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido».

La conjura de los necios
Los dirigentes de Podemos. PD

Se tiende a creer generalmente que la mayoría de los estereotipos con los que se pretende calificar o definir la idiosincrasia de un país son sustancialmente inexactos y falsos, por deformar la realidad a base de subrayar aquellos rasgos que más interesan al que los formula. Es lo que se contiene en esos famosos chistes de «van un inglés, un alemán, un francés y un español…»

Sin embargo, hay veces que estos estereotipos no son tan erróneos. Tal es el caso, por ejemplo, de aquella famosa frase de Bismarck, «el canciller de hierro» que unificó Alemania:

«España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido».

El mismo Bismarck dejó para la posteridad otra frase todavía más concluyente, que aporta precisamente las causas de esa autodestrucción tan española: «Lo increíble de España, es que con una clase política tan inepta, todavía exista el país». Esta crítica a la clase política española no es nueva, desde luego, sino que tiene una ancestral raigambre en nuestro solar patrio, pues aparece ya anunciada en la famosa frase cidiana:

«¡Dios, qué buen vasallo si obiese buen señor!».

¿Qué le sucede a nuestra clase política -«casta», para actualizar el lenguaje- para que aparezca marcada por ese estigma de culpabilidad de las desdichas de nuestra Patria? Tradicionalmente se le achacan dos vicios inveterados: la corrupción y la ineptitud. Pero, hilando más fino, se me ocurre otra de mayor enjundia: la necedad. La estupidez, vamos, para decirlo en román paladino.

Siempre ha sido así pero, desde el advenimiento de las hordas antisistema y su invasión mediática, las necedades se han multiplicado hasta el infinito, hasta el punto de que los hemiciclos se han convertido en verdaderos circos, sonde las payasadas se suceden a un ritmo vertiginoso y epatante, donde el yuyu del miedo a sus patochadas tiene como válvula de escape las carcajadas que producen sus necedades. Humor negro, que diríamos.

La antología del disparate que están protagonizando con sus memeces es apoteósica. Imagínense a Eugenio contando las tonterías que recogemos seguidamente diciendo: «¿Saben aquel que diu…?».

La alcaldesa de Madrid sugiere que sean las madres quienes se hagan cargo de la limpieza de los colegios.

Pablo Iglesias dice que el asalto a la capilla perpetrado por Rita «la quemaora» es un ejemplo a seguir… vamos, una patada -o mejor, quemada- a seguir, como en el rugby.
El «Kichi» ha quitado la enorme bandera que ondeaba en la plaza de Sevilla de Cádiz, con la excusa de que «arriar una bandera de esas dimensiones tiene un coste de 150 euros», por lo que «no volverá a izarse mientras exista previsión de vientos fuertes»… que en la bahía gaditana soplan durante once meses y medio al año.

Este mismo personaje ha quitado el retrato del Rey de su despacho y en su lugar ha puesto el de un anarquista gaditano, un tal Fermín Salvochea, el llamado «santo de la anarquía«, un republicano anticlerical que celebraba el terrorismo anarquista.

Agrupemos Olite, plataforma integrada por nacionalistas e izquierdistas, ata la bandera al mástil de la balconada del Ayuntamiento para que no se despliegue al viento y se vea mucho.

Otros ayuntamientos izquierdosos la esconden tras las cortinas…
El Monedero -nombre hilarante para quien escamoteó dineros al fisco- es indudablemente uno de los reyes de esta «parodia nacional».

Sus numerosos chistes son la enjundia de titulares y tertulias. Por ejemplo, cuando dice que el opositor venezolano Leopoldo López es un terrorista comparable a los etarras, o como cuando afirma que Venezuela es una democracia.

La alcaldesa de Córdoba, en pleno afán desamortizador, pretende retirar los símbolos religiosos del Ayuntamiento -cuadros en su mayoría-para «respetar la laicidad» en el ámbito de lo público (sic).

Pero el rey del disparate es el «partisano mayor», el Sr. Turrión, el que se va raudo a apoyar al «syrizo» Tsipras, a pesar de sus recientes desaires, y a pesar de que el fracasado izquierdista ha llevado a Grecia a la ruina total, diciendo que «es un león defendiendo a la patria de los buitres»; el que en un desayuno informativo dijo que ETA «causó un enorme dolor», pero tiene «explicaciones políticas»; el que manifestó que «yo creo que estamos en un momento leninista, en un momento en el que la audacia es absolutamente fundamental para conjurar esos monstruos en forma de fascismo que también amenazan en la situación de crisis europea»; y también dijo la siguiente majadería-monstruosidad: «cualquier demócrata debería preguntarse si no sería razonable que los presos de ETA y aquellos vinculados al independentismo vasco… ¿no deberían ir saliendo de las cárceles?».

Pero de todo esto se deduce una pregunta inquietante: ¿cómo es posible que un pueblo presuntamente civilizado vote a personajes como éstos, sabiendo que van a hacer y decir mamarrachadas? Pues porque a base de tantas necedades, el pueblo español se ha entontecido en una descomunal torrija que nos puede llevar al abismo.

O sea, que también el pueblo tiene su cuota de necedad, porque, como dijo Machado, «En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa»; o, para decirlo con palabras de Pablo Castellano, «El español es conformista, y lo mismo se adapta a Leovigildo que a Franco o Felipe».

Estas frases me recuerdan a aquel chiste que me solía contar mi padre: un vendedor -traduzcamos: un antisistema- planta su tenderete en la plaza de un pueblo y, cogiendo una sardina, grita:

«¡Sardinas vivas! ¡Sardinas vivas!».

Y la gente, apaludiendo, responde al unísono: «¡Viva! ¡Viva!».

Napoleón

¿Qué «España no se vende»? En un estupefaciente twiter, Pablemos escribió que «No comparto todas las acciones que llevó a cabo Juana de Chaos, pero su lucha era política, no merece ser insultado por la extrema derecha española». Olé.
«España es el único lugar del mundo donde 2 y 2 no suman 4″

Lord Wellington.

En el contexto de la práctica desaparición de ETA, Alguien dirá que algunos han cometido delitos gravísimos.

Sin duda: pero también lo cometió Rodríguez Galindo, y también lo cometieron los policías amigos de Mínguez, y, desde luego, no es que se hayan podrido en la cárcel precisamente. Eso por no hablar de los responsables de los crímenes franquistas».

También dice que «hay otra forma de entender la política: entenderla como boxeo. Entender que la paz no s más que el resultado de una guerra. Así entendieron en ETA la política»

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído