Fernando Jauregui

El Rey de los ‘selfies’

Ahora que me va llegando la hora de los recuerdos, diré que he seguido muchas veces y mucho los avatares de nuestros políticos. Me gusta colocarme de mirón y anotar las reacciones que el personaje suscita entre quienes le rodean, sean partidarios o indiferentes: raras veces se mezclan con quienes les son hostiles. En esta hora de ‘selfies’, he comprobado que, por ejemplo, Pedro Sánchez despierta mucho más las ansias de los coleccionistas de imágenes con famosos que, por ejemplo, Mariano Rajoy. Claro que Rajoy, incluso en los mítines entusiastas, se acerca poco al público. No sé sobre Pablo Iglesias, la verdad, pero también he comprobado que Albert Rivera, que es la otra estrella ascendente en el firmamento de la política nacional, suscita una cierta lejanía respetuosa entre quienes le rodean: por alguna razón, no despierta la camaradería que, sobre todo en el personal femenino, anima a los/as seguidores/as del secretario general socialista. Y esto que digo, por supuesto, no significa nada más allá de lo que digo: ¿una mera frivolidad? Bueno, al menos es sintomático del grado de simpatía que despierta una determinada personalidad.

Este martes, tuve la ocasión de compartir dos horas de almuerzo con el Rey. No había podido mantener una conversación con el jefe del Estado desde su entronización, allá por junio, hace apenas nueve meses. Fue con motivo de una entrega de premios a proyectos innovadores de universitarios, un acto en cuya organización yo participaba. Ya sé que no es costumbre divulgar lo que se habla con un Rey, aunque el encuentro no sea, y en este caso no lo era -compartíamos una mesa de doce personas, yo a su izquierda–, estrictamente privado. Sí diré dos cosas: primero, Felipe VI está en plena forma. Y, segundo, es Rey también de los ‘selfies’: los jóvenes premiados -y algunos premiantes, no tan jóvenes– se arremolinaban en su torno aspirando a hacerse, como fuera, una fotografía con el Monarca.

Sobre el primer punto, nunca oculté mi admiración por la figura del ciudadano Felipe de Borbón: jamás vi a nadie tan dedicado al ejercicio de su profesión, la de Rey en este caso. Pocas veces he visto a alguien con tantas condiciones para el desempeño de un cargo. Espero que nadie me considere un halagador profesional: ¿por qué halagar a aquel a quien, de todas maneras, todos halagan? Pero debo decir que le encontré más seguro que nunca, perfectamente informado hasta de minucias, bastante optimista y con un sentido del humor que no le imaginan quienes no han tenido ocasión de tratarle. Tengo la impresión de que Felipe de Borbón, en quien concurre la circunstancia de ser y llamarse Felipe VI, piensa que su reinado va a ser largo y útil, por muchos avatares que obstaculicen el camino y por mucho que sabe que habrá de ganarse el puesto de trabajo día tras día. Se lo gana: no le he visto cometer un solo error desde hace muchos años. Yo creo que está optimista sobre el futuro, tanto por lo que se refiere a la unidad de la patria como a la gobernación de la misma. Insisto en que no se puede, ni se debe, desvelar lo que te cuentan en el marco de la intimidad, que no ya de la confidencialidad: pero siempre salgo con la sensación de que el Rey piensa cosas muy semejantes a las que uno piensa, y eso, claro, es reconfortante.

Acerca del segundo punto, vi lágrimas de emoción -algún testigo no me dejará mentir- en los ojos de un joven estudiante, uno de los premiados en el ‘acto emprendedor’ celebrado en la Casa de América, cuando dio la mano, con una ligera inclinación de cabeza, a quien encarna la jefatura del Estado. Era -ya digo: había testigos- un joven con una larga coleta, y estoy seguro de que no tiene más identidades que esa con algún líder político de quien, por cierto, me cuentan que a alguien le ha dicho que Felipe de Borbón sería un excelente presidente de la República española. Un sinsentido, lo sé, pero ese líder al parecer reconoce que, humanamente más que investido como Rey, la popularidad del ciudadano Felipe de Borbón supera con creces a la de todos los políticos al uso y a la de los que no están tan al uso.

Siempre, incluso cuando en años mozos milité en alguna formación de izquierda republicana, me he declarado más monárquico -no juancarlista– que republicano. Tenemos ahora, lo comprobé nuevamente este martes, un excelente Rey, que en nueve meses ha hecho más por la causa monárquica que legiones de habsburgos y borbones serpenteando por la Historia. Equivóquese llamándome, si usted quiere, pelota. Pero tengo que decir que pienso que Felipe VI es uno de los más importantes activos -no nos sobran– que en estos momentos tiene España. Y así lo cuento, porque me parece un hecho relevante en estos momentos de confusión, elecciones y sondeos. Algo tendrá el agua cuando la bendicen y algo tendrá la persona con la que todos quieren, a toda costa, hacerse un ‘selfie’.

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