Fernando Jauregui

Cifuentes, una apuesta de futuro

La gran triunfadora de las elecciones del pasado 24 de mayo, por parte del Partido Popular, ha sido Cristina Cifuentes. Su llegada a la presidencia de la Comunidad de Madrid es, a mi juicio, una buena noticia. Lo ha merecido por votación y por talante pactista: su entendimiento con un también muy dialogante Ignacio Aguado, de Ciudadanos, ha sido excelente, como excelente era, y es, su relación con el muy poderoso Albert Rivera, quien me dicen que no mantiene la misma buena sintonía con todos los dirigentes del PP.

No hago cuestión de los pactos que pueden llevar a las alcaldías y a las presidencias autonómicas; no hago tampoco cuestión de fe democrática de que el candidato de la lista más votada sea quien ocupe el sillón del poder: eso sería tanto como decir que hay que reformar la Constitución en un tema que ni es prioritario ni respondería al sentir de una mayoría de españoles. Sí me hubiese gustado, en cambio, un mayor acuerdo entre populares y socialistas allí donde, como en Valencia, Zaragoza, Baleares o, especialmente, Cádiz y Vitoria, los acuerdos multilaterales se han forzado hasta el límite: ¿de verdad los valencianos, los zaragozanos, los vitorianos, los gaditanos querían, cuando introdujeron el voto en la urna, ser gobernados como van a serlo? Es cuestión opinable, claro, pero las matemáticas dan a entender que muchos habitantes de las ciudades mencionadas a estas alturas no deben estar entendiendo nada. Y que, por tanto, la estabilidad puede sufrir.

El caso de Madrid, como el de la Comunidad autónoma andaluza, era, a mi juicio, claro. Tanto Cifuentes como Susana Díaz son responsables políticas con buen sentido, de las que no hay motivos para dudar de su honradez, más allá de los escándalos acaecidos en sus respectivas autonomías cuando ellas no tenían el mando supremo. Son personas con talla política, cada una a su estilo, y capaces de entenderse con otras fuerzas: casi podemos apostar por que Cifuentes se entenderá bien con la alcaldesa de Madrid, otro fenómeno mediático, social y político llegado de la mano del 24-M. Es más, cabría incluso considerar más probable que ambas se entiendan entre sí mejor que con algunos de sus propios partidos, suponiendo que Carmena pueda adscribirse a alguno, así que me refiero muy especialmente en este caso a la nueva presidenta de la CAM.

Porque Cifuentes, heterodoxa pero bien considerada por un centro derecha y hasta por una derecha ‘dura’ que en ocasiones se escandaliza por algunas de las salidas de la ex delegada del Gobierno en Madrid, es ‘rara avis’ en el PP, especialmente en el PP madrileño. Nada de mojigaterías, lo políticamente correcto al baúl de los recuerdos cuando conviene, mano tendida a derecha e izquierda, va

-iba- en moto, es desenvuelta, se le ocurren salidas como aquello de decir que ‘la verdadera coletas soy yo’, abandera cambios que su partido oficialmente no admite… Es la antítesis del aburrimiento que otros sintetizan en el mismo partido. Y ya se sabe que el aburrimiento quita votos, aunque Rajoy, el Rajoy que hace días nos lanzaba más de lo mismo desde su amada Pontevedra, parece no saberlo.

En algún momento, esperemos que próximo, Cifuentes deberá ocupar la presidencia del PP en Madrid, sustituyendo a una Esperanza Aguirre más que desgastada en mil lances y por mil y una ocurrencias. Luego, ya se verá. Pero los que manejan los catalejos del futuro aseguran que por qué no, que quién sabe, que esta mujer tiene muchos posibles políticos. Pues eso: que quién sabe. Y aquí lo dejamos, por hoy.

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