Víctor Arribas

El billar a tres bandas de Pedro Sánchez

La pirueta mortal que estos días exploran los máximos dirigentes socialistas

El billar a tres bandas de Pedro Sánchez
Víctor Arribas.

Cuánto tiempo va a aguantar Albert Rivera las negociaciones con el resto de actores, que necesariamente supondrán concesiones y distorsiones de los 200 puntos que contempla el pacto

De las dos formulas que puede elegir Pedro Sánchez para intentar ser investido presidente, la del «billar a tres bandas» es la que más le seduce.

La otra, que implicaría la abstención de los separatistas catalanes para lograr 167 votos favorables (PSOE, Podemos, IU y PNV) en segunda votación y uno menos en contra (PP, Ciudadanos, CC, Bildu) le gusta menos porque implicaría hacer alguna concesión hacia los representantes de dos partidos políticos (ERC, DiL) que quieren destruir España como nación.

Pasemos por tanto a analizar la posible pirueta mortal que estos días exploran los máximos dirigentes socialistas con la fe del convencido de que imposible no hay nada en este mundo. Requeriría el apoyo de Ciudadanos, del PNV, de Compromís, de IU y de CC, y la abstención de los diputados de Podemos y las confluencias restantes. E implicaría acuerdos con tres sensibilidades políticas muy distintas y difícilmente conciliables. Este es el billar a tres bandas:

Con Ciudadanos el PSOE ya tiene un acuerdo que, pese a haber sido rechazado por 219 votos del Congreso en dos votaciones consecutivas, sigue siendo para sus firmantes válido y vigente.

La cuestión en relación a este acuerdo es cuánto tiempo va a aguantar Albert Rivera las negociaciones con el resto de actores, que necesariamente supondrán concesiones y distorsiones de los 200 puntos que contempla el pacto. En esa capacidad de resistencia se jugará la credibilidad ante su propio electorado.

Con Podemos y las fuerzas de extrema izquierda Sánchez debe llegar a pactos distintos y variables: a Compromís ya lo tiene casi convencido, pero la abstención o el voto afirmativo de Iglesias, los diputados populistas catalanes y los gallegos no va a ser tan fácil.

Existe además la dificultad de la guerra civil en Podemos. El partido de Pablo Iglesias está más partido que nunca en su cortísima historia, parece que van ganando los pablistas que no quieren el pacto con los socialistas y eso dificulta mucho más las intenciones del equipo de Pedro Sánchez.

El secretario general morado está demostrando emplear la vieja política ancestral en la que quien manda lapida a los discrepantes a golpe de comunicado nocturno, en la que la depuración interna y la más absoluta falta de democracia y tolerancia al disidente y al debate interno son moneda de curso legal.

Y por último con los nacionalistas moderados, léase PNV, el candidato fracasado debe articular algún tipo de entendimiento que garantice su apoyo a cambio de concesiones que sean aceptables por Ciudadanos, algo realmente complicado salvo renuncia de Rivera a sus más elementales principios políticos.

La reunión con Puigdemont deja abierta la puerta de la sospecha sobre las intenciones reales de Sánchez. Su repetido diálogo no sirvió para mover ni un milímetro las posiciones del secesionismo, y rompió la unidad de respuesta que PP y PSOE deben mantener contra el golpe al Estado que se está viviendo por etapas. Una noticia desastrosa esa reunión, por muchas sonrisas y barnices que la adornaran.

En resumen, si el PSOE llega a acuerdos con todos esos intereses tan variopintos dinamitará su pacto con Rivera y sólo le quedará echarse en manos de los separatistas. Hasta el 2 de mayo hay mucho tiempo aún.

Y cuenta con una ventaja añadida: la lamentable inacción del candidato ganador de las elecciones, para el que van pasando los días sin moverse en la búsqueda de alguna fórmula que saque al país de esta encrucijada.

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