Antonio Casado

Sondeo del CIS: Líderes averiados

Una curiosidad robada a las encuestas conocidas a lo largo de los últimos días, incluido el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), es la relación inversamente proporcional entre la valoración de líderes y la de sus respectivos partidos.

Los peor valorados, según el CIS, son los que lideran partidos con más alta cotización electoral. O sea, Iglesias (3,4) y Rajoy (3,09). Y al revés, los dos partidos con menos intención de voto, Ciudadanos y PSOE, tienen a los dos líderes mejor valorados por los votantes, Rivera (4,1) Sánchez (3,9) respectivamente.

Pero es especialmente significativo el índice de rechazo que los cuatro líderes tienen en sus propias organizaciones. Resulta de obtener el indicador creado por uno de los institutos de sondeos.

Responde al saldo porcentual entre los que aceptan al líder y los que no lo aceptan dentro de las filas propias. El saldo es siempre positivo, lógicamente, al tratarse de los propios votantes, pero más positivo en unos que en otros.

A saber: Pablo M. Iglesias tiene un saldo positivo del 52%, lo que significa que hay un 48 % que no congenia con él. De los cuatro es el menos querido por su gente. En el caso de Pedro Sánchez, el saldo es del 61 %.

O sea, que tiene a un 39 % de desafectos entre los suyos. Y los mejor aceptados son, con gran diferencia, Rajoy y Rivera. El presidente del Gobierno en funciones y candidato del PP compensa su mala valoración entre la ciudadanía con la buena aceptación entre los suyos, pues tiene tiene un saldo positivo del 79 % (21 % de discrepantes), mientras que el saldo positivo del lider de Ciudadanos, también muy alto, es del 77 (23 % de discrepantes).

De modo que el líder peor visto entre los suyos es Iglesias. Creen que, por su exceso de protagonismo, corregido a la baja en la campaña electoral que acaba de comenzar, la marca se ha contaminado con rasgos de su perfil personal e ideológico.

O sea, arrogante y radical (son notorios los esfuerzos por suavizar sus tics autoritarios cuando sufre un ataque de contrariedad), pero también voluble, portador de inestabilidad e incertidumbre y cada vez más percibido como alguien cuya misión en la vida es hundir al PSOE. Lo cual puede dificultar el acercamiento a los socialistas si los resultados del 26-J ofrecieran esa opción.

Tampoco puede estar muy satisfecho con el grado de aceptación en sus propias filas el líder del PSOE. En este caso, las siglas quedan contaminadas del reproche más extendido: la doble ambigüedad de Sánchez. Por un lado, respecto al trato con Podemos, como socios potenciales o como los adversarios que quieren liquidar al PSOE.

Y por otro, respecto a Cataluña y al famoso derecho a decidir, nunca valorado claramente como el germen de la disgregación de España, aún al precio de refundar el PSC. Sin perjuicio de apostar por la reforma de la Constitución, no para colar el derecho a decidir sino para reafirmar el dogma de la soberanía nacional única e indivisible.

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