Alfonso Rojo

El traje de luces de Albert Rivera

El traje de luces de Albert Rivera
Alfonso Rojo, director de Periodista Digital S.L. PD

El periodismo es así. El pasado 26 de junio, apenas concluido el recuento, hubo algún periódico nacional que tituló a toda página ‘Ciudadanos se hunde‘ y los expertos televisivos coincidían en la tesis de que los resultados hacían casi ‘irrelevante’ al partido de Albert Rivera.

No ha transcurrido un mes y las cosas pintan muy diferentes. Es evidente que en los pasados comicios la formación naranja se vio penalizada por la polarización de la campaña entre derecha e izquierda y por la hábil estrategia de Rajoy, quién ocultó hasta las siglas del PP, identificó a sus votantes potenciales mejor que nadie y convocó a la gente a concentrar en su persona el voto moderado.

Eso y quizá las dudas de antiguos peperos por los arrumacos que Rivera había estado dedicando al socialista Sánchez, hicieron que Ciudadanos emergiera de las urnas con ocho escaños menos de los que había cosechado el 20-D.

La paradoja, como estamos viendo ahora y nos hartaremos de comprobar en los próximos días es que la posición estratégica de Rivera ha mejorado sustancialmente: si el PP y Ciudadanos sumaban antes 163 escaños, ahora reúnen 169, a sólo siete de la mayoría absoluta.

Aritméticamente, no es suficiente para investir presidente a Rajoy de forma automática, pero si para forzar al PSOE a permitirla y para determinar por dónde discurre España en los próximos años.

Ahí estriba la enorme responsabilidad de Rivera. No es el momento de quedarse cómodamente en el tendido y aplaudir o pitar la faena. Ni siquiera para plantarse pintado de harina en el centro del coso y hacer inmóvil el ‘Don Tancredo’.

Es la hora de torear, de ceñirse el traje de luces y saltar a la arena. Entraña riesgos, porque te puede coger el toro, pero para alguien como el joven líder del nuevo centro español no habrá una oportunidad como esta.

A la vista de cómo se perfilan el PSOE y Podemos, es evidente que Ciudadanos no tiene sitio en la oposición. No se oiría su voz, entre la desbocada demagogia que se avecina.

Su papel y su espacio natural están en la regeneración del país y eso exige entrar en el Gobierno con todas las consecuencias y desde dentro, tras negociar programa y cambios concretos, ocupando la vicepresidencia y unos cuantos ministerios, darle a nuestra política otro tono, un aire nuevo y verdadera frescura.

Uno no hace siempre lo que le conviene, ni siquiera lo mejor para el país, pero al final se paga un precio y en política suele ser el de la intranscendencia.

 

Alfonso Rojo

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