Raúl del Pozo

Radio Carmena

Radio Carmena
Raúl del Pozo. PD

«Aquí Radio España Independiente, estación pirenaica, la única emisora española sin censura de Franco», así comenzaban los programas de Radio Pirenaica después de los partes y las peticiones del oyente con boleros y pasodobles cuando los paletos llevaban boina y los picoletos, tricornio.

Manuela Carmena, compitiendo con Dolores Ibárruri que fundó la Pirenaica, ha puesto en marcha la radio del Ayuntamiento, que será la única emisora española sin la censura de la casta. La emisora será apadrinada por Iñaki Gabilondo y Luis del Olmo, que piensa que hasta Satanás tiene derecho a darle al pico.

Los ediles de la oposición han criticado la idea de la baranda por competencia desleal y despilfarro de dinero público. Consideran la emisora una herramienta más de adoctrinamiento, aunque la iniciativa no es nueva sino una resurrección de Onda Imefe de los tiempos de Álvarez del Manzano.

Jesús Montero, dirigente de Madrid, el que le echó el ojo para que fuera corregidora Manuela Carmena, me canta por lo bajini una canción del grupo La Raíz: «Somos los que fueron tanto siendo nada, / Y en ese pozo de ley y orden, / De sucias sombras, de servidumbre / Pasa que ustedes nos odian porque / Somos los hijos de los versos / de los poetas y de los presos / La voz que grita entre los huesos / De las cunetas para despertar al universo».

Añade: «La lideresa Gürtell ve una sórdida maniobra ideológica en M21. No entiende que el Ayuntamiento pueda informar a los ciudadanos del tráfico y de otros servicios culturales». Se pregunta si la derecha quiere que salga un pregonero con una trompeta a la Plaza de la Cibeles. Recuerda que hay más de 200 radios municipales en toda España.

Los partidos buscan la radio para inculcar creencias o ideología. Aquí todo el mundo quiere tener sus tertulianos, cuyo salario está a pedo de clueca; después de pagar el taxi y a Cristóbal les quedan unos cuantos euros por el chamulle. Los curas, los banqueros, los partidos, los ayuntamientos y los gobiernos tienen donde elegir entre un batallón de boqueras, a dos velas, sin un clavo; nunca estuvo tan barato el kilo de periodista en las ondas del adoctrinamiento.

La radio fue un arma más de la Guerra Civil y de la posguerra y sigue siendo una plataforma de propaganda cuando las palabras han dejado de ser pistolas cargadas al servicio de las grandes utopías. Se acabó el compromiso; sólo queda márketing, tertulianos convertidos en políticos con antifaz, predicadores de argumentario. En las tertulias hay un sistema de cuotas.

Los partidos bajo cuerda deslizan su voto y su veto. Da asco. Aunque tiesos, los periodistas pueden tragar o mantenerse firmes al estilo de Larra, independiente siempre en las opiniones, sin pertenecer a ningún partido de los que miserablemente nos dividen, ni ambicionando un Ministerio ni otra especie de destino, tratando de agradar al mayor número de lectores y oyentes.

Se necesitan periodistas desmarcados para oyentes libres en esta pesadilla abrumadora de carnaval final del bipartidismo.

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