DULCE DEMAGOGIA

Luis Ventoso. «Soluciones Sánchez: Los bancos son malos, ¡que paguen las pensiones!»

Luis Ventoso. "Soluciones Sánchez: Los bancos son malos, ¡que paguen las pensiones!"
Pedro Sánchez (PSOE). EP

SE puede reconocer el problemón… o se puede hacer el avestruz y meter la cabeza en un hoyo, como las huestes del Partido Infantil de Iglesias. Pero a día de hoy, y pese a la severa devaluación interna acometida tras la crisis, España sigue viviendo por encima de sus posibilidades.

O se acometen ajustes o no nos podremos permitir conquistas sociales que damos por descontadas. El mayor riesgo estriba en las pensiones, que se meriendan 40,7 euros de cada cien en los presupuestos. Actualmente el sistema ya no se sostiene. Se está aguantando a golpe de puro crédito y vaciando la llamada «hucha» de los jubilados (el Gobierno ha laminado el 90% desde 2012). El panorama empeorará, porque cada vez vivimos más y porque comienza a incorporarse a la jubilación la generación más nutrida, los «baby boomers».

La pirámide demográfica de España es una película de la Hammer, pero no hemos tenido jamás un Gobierno que haya acometido una política familiar para tratar de mitigarlo a medio plazo. En algunas regiones del Noroeste ya hay solo un trabajador activo por pensionista. Tierras sin futuro.

El envite de las pensiones es tremebundo. Pensar que Fátima Báñez va a arreglar un embolado así es como pretender que Bustamante dirija a la Filarmónica de Viena. En cuanto a Rajoy, el verbo reformar no figura en su código genético, es un preservador. Sánchez, que había enmudecido tras su batacazo en Cataluña con el nacionalista Iceta, ha salido de su silencio para aportar su solución.

Pero se ha quedado en dulce y facilona demagogia: como los españoles hemos costeado el rescate de la banca, ahora toca que los bancos se chinchen y ayuden a pagar las pensiones, vino a decir el Pericles de Ferraz.

La propuesta, digna del hit-parade del Partido Infantil al que ahora imita Sánchez, gustará a muchos españoles que se vieron vapuleados por la crisis, o a los miles que perdieron sus ahorros en la debatible maniobra del Popular.

Pero la idea chirría. En primer lugar fallan, como siempre, las matemáticas. Con su propuesta de gravar los beneficios de la banca y sus transacciones, el PSOE calcula que recaudaría unos 1.800 millones.

Tal cifra es una micción en el océano de las pensiones, que se llevan cada año 140.000 millones del erario público. Además, los bancos harían lo lógico: repercutir de inmediato el rejón a sus clientes.

Asombra que siendo economista, Sánchez no repare en que los bancos son la savia vital de una economía de libre mercado. El rescate bancario no fue un capricho neocón. Tras la galerna de 2008 lo acometió el Reino Unido con el laborista Brown, también Suiza (UBS), Holanda (ING), Alemania (Hypo Real), Francia y Bélgica (Dexia)…

Todos sabían algo básico, que Sánchez se fuma: si naufragan sus grandes bancos un país se va al garete. Castigar a la banca supone también una temeridad cuando los tipos de interés por los suelos han dificultado enormemente su negocio y cuando el riego del BCE, que se acabará, los sostiene con respiración asistida.

Federalismo y «nación de naciones» para luchar contra el separatismo y para las pensiones, recetas que parecen salidas de una tarde de cañas con Monedero. Qué bien le sentaba el silencio.

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