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¿Justicia? Si

¿Justicia? Si
Prisión, preso, barrotes, condena, delito y Ley. PD

Desde hace un tiempo está de actualidad el tema de la prisión permanente revisable, su mantenimiento, modificación o derogación; hay opiniones para todos los gustos. La cuestión se ha avivado desde el reciente descubrimiento del cadáver de la chica, desaparecida hace casi dieciocho meses en un pueblo de gallego, y de la detención del presunto asesino, por cierto sospechoso, al perecer, de la autoría de otros casos similares ocurridos por la zona.

En nuestro país esta condena fue introducida en el Código Penal hace unos dos años, sin embrago en varios países adelantados de la Europa Occidental existe la cadena perpetua (se dejan de eufemismos y dicen las cosas claras), desde hace años.

Por otra parte nuestra Constitución, en su artículo 8.2, establece taxativamente que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la inserción social….»

La polémica está planteada entre los que defienden el mantener la prisión permanente revisable y los que opinan que va en contra de lo establecido en la Carta Magna, que es una venganza de la sociedad.

Los partidarios de suprimir dicha pena alegan que su mantenimiento anula el espíritu constitucional de reeducación y reinserción social. Si una persona sabe que va a pasar el resto de su vida en la cárcel, ¿para qué va a reformarse? Olvidan que como su propio nombre indica «es revisable», por lo que el futuro de la persona condenada, depende en buena medida de que sea capaz de demostrar, sin lugar a dudas, su arrepentimiento, que comprende lo horroroso de su acción, y que ha asumido las reglas de convivencia de la sociedad.

Por otra parte, algunos partidos políticos y entidades partidarios de derogar la norma, se escudan en el buenismo que explotan y farisaicamente quieren implantar en la sociedad. Si una persona comete un error y se arrepiente, ¿por qué va a pasar el resto de su vida en la cárcel? Solo se vive una vez, sería un castigo demasiado cruel, una venganza.

Aquellos que abogan por mantener la pena, opinan que es la justa consecuencia de sus actos; antes de cometerlos sabían a lo que se exponían, los cometieron libremente, bien, pues que se atengan a las consecuencias. Es muy fácil, después de asesinar fríamente a alguien, arrepentirse, clamar caridad, escudarse en que solo se tiene una vida (olvidando que el asesinado también solo tenía una).

Esgrimen también otra razón, que se debe tener en cuenta. La sociedad debe proteger a sus integrantes. Una manera de hacerlo es establecer medidas que disuadan de cometer ciertos actos. Medidas proporcionadas al mal que se cometa. Efectivamente la vida es única, por lo que el que quita una, máxime de ciertos modos, debe pagar proporcionalmente por ello.

En cualquier caso las medidas deben ser serias. No puede repetirse el caso del sindicalista catalán, del que últimamente recordó alguna prensa, que en su tiempo colocó fríamente una bomba en el pecho a un empresario, la hizo estallar, lo condenaron a treinta años de cárcel y solo cumplió once. ¿Lo hizo en un momento de ira?, no, con plena conciencia de lo que hacía. Que barata es una vida.

Quizás hay una solución intermedia. La esperanza de vida en nuestro país ronda los ochenta y tres años. Si una persona mata a otra, que esté en la cárcel los mismos años que previsiblemente le quitó. En el caso del crimen que comentamos, la víctima tenía dieciocho años, pues bien, que el asesino pase entre rejas sesenta y cinco años. Siempre es mucho mejor estar en un centro penitenciario, algunos casi residencias de reposo, con biblioteca, gimnasio, pabellón polideportivo, piscina, calefacción, buena comida, visitas intimas cada cierto tiempo, que bajo tierra.

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