Cartas al director

Espérame en el cielo, voy criopreservado

Espérame en el cielo, voy criopreservado
Inmortalidad Co

Para Nicola Bovoli la vida no fue larga, fue ancha como decía Forges. Fue el pionero en Italia, España y Argentina. La «terza gamba», como dicen los italianos, de los ingresos económicos atípicos de los diarios. Venta de ejemplares y publicidad son las dos fuentes principales de ingresos. Sus productos de promoción eran el Porfolio y el Bingo en los años 80 y principios de los 90. Se hacían sorteos de dinero en los diarios gracias a la habilidad, entre otros, de Nicola y su agencia internacional Euromeeting.

Lo conocí vía su socio argentino en 1994. Querían trabajar en el mercado de marketing editorial con nuestra empresa española en Italia. Nos habíamos puesto de moda en el mercado editorial con las promociones de música en soporte CD. Cambio 16 del genio del periodismo español de la transición Juan Tomás de Salas y la reciente desaparecida revista Tiempo del Grupo Z fueron los pioneros. Nicola era ancho, muy ancho. Era más fácil saltarle que rodearle.

Recorridos Italia juntos vendiendo música en el país de la música. «Sonrise y cancione» la revista de música más importante de Italia. No se dejaba en su selección musical una canción o artista que no hubiera tenido algún éxito en el famoso festival de San Remo. Nicola era una persona muy culta y preparada. Sensible con el cliente. Este le quería y apreciaba ya que con su Bingo y Porfolio les había dado a ganar mucho dinero a los medios de comunicación con esa tercera pata que eran las promociones de marketing editorial.

Teníamos nuestros altibajos económicos. Peleas financieras. Nicola no era Nicola si no hacia la bicicleta financiera en cualquier operación. Eran tan grandes las cantidades que se facturaban a los diarios, ya que vendían más de 100.000 cds semanales, que a nada que nos descuidábamos estábamos a más de tres «palos» de riesgo. Me llamaba cariñosamente Chicho. Creo que a su hijo Gianluca también. «Chicho tienes que hablar con Lucía para cuadrar las cuentas». Nuestra pelea era siempre por quién tenía que facturar al cliente. El que facturaba tenía la rueda de delante de la bicicleta, el que no facturaba la de atrás y sin trasportín.

En el 2002 fue el boon en España de la edición de libros de bolsillo. Con el diario El Mundo promocionábamos tres libros a la semana a precio económico, 2,95€. Los más grandes escritores de la literatura mundial han pasado por las promociones en los diarios. Tiempo nos costó a su hermano Stefano y un servidor convencerle de que había que vender libros también en Italia, que el CD de música empezaba a decrecer. Internet y la piratería se estaban quedando con ese nicho de mercado. ¡Cómo vamos a vender libros en Italia con editoriales tan fuertes como Mondadori, Rizzoli, Enaudi, Fertinelli¡

Salimos con una promoción de 50 semanas con el diario La Repubblica de Roma. 1.100.000 ejemplares de El nombre de la Rosa de Umberto Eco. Moravia, Kundera, Garcia Marquez, Camus, Ampliamos 50 semanas más. Dos años de libros. Más de 7 millones de libros vendidos. Pero no a 2,95€ como en España, a 9,95€. Por ser promoción no tiene por qué ser barato. Su teoría es que había que valorar el producto y no regalarlo. Era un verdadero genio. Lo que facturábamos en España con un diario era cuatro veces lo que se facturaba en Italia.

En este caso el llevaba la rueda de atrás, pero se inventó un trasportín en todas las bicicletas económicas italianas. El «editing». Siempre lo cobraba a sus clientes. Si trabajan con nosotros tienen que pagar un «editing». «La idea es nuestra Chicho». Nos recorrimos Italia con la familia Bovoli vendiendo libros a todos los diarios regionales. No había región que no tuviera su colección de libros con escritores italianos locales. Otro éxito. No tantas unidades como con el diario romano, pero casi.

Me enseñó a vender a su manera, con su método. Calidad, cultura y criterio. Discrepábamos en las ideas políticas y religiosas. Era de la antigua democracia cristiana italiana. Se preparaba las reuniones de manera concienzuda. Los números lo primero. Y no era el cuento de la lechera. Les llevaba a los clientes la corrida financiera como dicen en México muy bien explicada y con diferentes escenarios. Les embebía con su anchura y personalidad. Si veía que no iba bien el trato, bajaba la voz, hacía que no le entendiera nadie, pero no se meneaba de la silla hasta que tuviera el sí del cliente. Al final lo cerraba.

Viajar con Nicola en avión era un toda una peripecia. Era tan ancho que en un asiento normal no cabía y le tenían que dar un supletorio para el cinturón de seguridad. Como siempre llegábamos con la hora justa al avión entrabamos los últimos y según asomaba por la puerta del avión veías a los pasajeros que tenían un asiento libre al lado como levantaban los ojos y soplaban cuando pasaba Nicola de largo. En un viaje de Roma a Milán fui sentado encima de la ventanilla. Se sentó en el medio. El de su derecha iba colgado en el pasillo.

Quince días antes de fallecer me llamo por teléfono a Madrid. «Chicho tenemos una operación de un palo para un cliente de un banco». Quería producto electrónico. Le dije que ya no me dedicaba a las promociones y seguía insistiendo. «Pero que es un palo, Chicho». Murió con las botas puestas. Le decía que en lo que estaba trabajando desde la Fundación Vidaplus es en la longevidad y la criopreservación de tejidos y órganos.

Llevaba ya tiempo jubilado y produciendo vino y aceite en Vicopisano, en la Toscana. Tenía una red internacional de venta de aceite muy exclusivo. Como era él. Único. Allí tenía una casa de campo y su molino y almazara. Junto a Lucía su mujer. Siempre estaba e iba con Lucía. Ahora Nicola espérame en el cielo que si voy a verte y me dejan entrar, iré criopreservado.

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