ANÁLISIS

Santiago López Castillo: «No se sabe dónde»

Santiago López Castillo: "No se sabe dónde"
Gitanos rumanos. EP

La actualidad en España se basa en la sucesión de «desaparecidos», los prófugos independentistas y los llamados «butroneros» o cacos de 21 quilates. En suma, la crónica de sucesos en estado puro que han revivido especialistas de los años 70 incluidos sus vástagos: Abellán, Marlasca, Galiacho, Pérez Bernad y cuatrocientos sabuesos que vagan por las claraboyas de los platós especializados en la morgue. A mi casa, de niño, llegaba «El Caso» porque mi padre, militar, tenía un asistente que trabajaba en sus horas libres, que eran todas, en el periódico «Informaciones», que, a su vez, editaba «El Caso».

Hasta que mi padre dijo: «Aquí no entra más esa basura de periódico». Quién lo iba a decir: su hijo, que soy yo, en calidad de subdirector de ABC-ByN, recibía a «El Lute» que le traía un par de cuartillas apretadas para publicar. Y pedía dinero, claro. Fue al poco de salir de la cárcel. Mostraba su mundo liberado de rejas. Pero volvamos a la cuestión: ¿por qué desparecen continuamente niños y mujeres de nuestro entorno? Dicen -según Interior- que hay unas seis mil personas desaparecidas y con todos los dispositivos en su búsqueda.

Vaya por delante que en mí no late ningún impulso xenófobo. Tampoco soy antropólogo ni experto en demografía. Me limito a la observación. Esa ciencia sabia que te muestra la realidad de la vida. España -dejemos a un lado los otros países afectados por la inmigración- es un coladero de emigrantes que cumplió fielmente a la voz de aquel ministro socialista con «vengan todos, hombres también». Y estamos donde estamos. Al amparo del cartel «refugiados de guerra», que queda muy progre, díganselo a las alcaldesas de Madrid y Barcelona, que tienen fincas pero no acogen a nadie. La piel de toro -por aplicar una metáfora no hiriente- está llena de lo peor de la Europa balcánica (hordas en su mayoría militarizadas), Hispanoamérica (Perú, Ecuador, Colombia, etc., latin kings), africanos y magrebíes. Luego llega ese aparente dique de contención, quiero decir de admisión como es «SOS extranjeros» y otras organizaciones no gubernamentales que ejercitan el pasen y vean y se llevan una pasta gansa del erario público, también denominado «puto Estado español».

Algo falla. Nuestro país, digámoslo sin ambages, es centro neurálgico de la droga, la mafia y el crimen. Así de claro. Vivimos en un Estado garantista, además de corrupto -del que no se escapa la izquierda-, donde se practica con cierta impunidad el crimen, el tráfico de estupefacientes y, ojo al dato, el trafico de órganos. Estamos, pues, en manos de las mafias que no sólo comercian con los cuerpos sino con las almas.
Este magma ha hecho que Paco Lobatón, en una decadente TVE, volviera con un nuevo programa calco de «¿Quién sabe dónde?» El ungüento de este buen profesional pero sectario socialista sobrepasando las ondas hertzianas no ha hecho disminuir el número de casos, y eso que tenemos a la sagrada Guardia Civil, pero servidor echa de menos al gran militar que fue y seguirá siendo Pedro Vera Gallego.

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