La cosa se planteó como un 3 en 1. Lubricación. Eso. Como ese aceite mágico antioxidante. El otro se desparramó con motivo del orgullo gay, maricón el último. Y fueron tres (tres eran tres…) para, de momento, reducirse a dos. La prensa incendiaria, «amarilla», incluido el radiofonista verbenero Herrera, no para de criticar las primarias o últimas del PP; está en los genes de la izquierda cerril e intransferible. Antes, porque era el dedazo aleatorio o porque se perseguía la elección a la búlgara. El caso -como ustedes saben- quedó, por este orden, en Pablo Casado y Sáez de Santamaría, la ex vicepresidenta victoriosa, y de Cospedal, descartada.
Pero Pablo Casado ha salido respondón y un tanto meritorio revisable de exámenes de carrera. Seguramente, y no estoy en interioridades de su partido, soy del régimen del Real Madrid como me decía don Santiago Bernabéu, que Dios le tenga en su gloria; Casado, quería expresar, puede llegar a ser un gran líder del PP: por juventud, sabiduría y destreza parlamentaria. Pero, creo yo, le falta un punto de humildad, y esa virtud (contra soberbia humildad) siempre cotiza en bolsa de las supervivencias divina y humana.
Desde lejos, se me antoja que el nuevo PP debe reaparecer unido y con los postulados clave de su refundación, cuando pasó de AP al Partido Popular. Apostando por la vida, no optando a la cultura de la muerte que tanto enarbola la izquierda, y hoy, más que nunca, reafirmando la unidad de la Patria. Sí, me parece un acierto la propuesta de ilegalizar los partidos independentistas. Y volviendo a la almendra de su próximo congreso para designar el líder, Sáez de Santamaría debería ser la cabeza visible y Pablo Casado, su secretario general, que tiempo tendrá -por valía y edad- de liderar la formación conservadora. Mª Dolores de Cospedal debería ocuparse de Castilla-La Mancha, que ya ganó en las dos últimas elecciones pero que en los últimos comicios decidieron las «urnas» de los despachos. García Page es una marioneta o veleta giratoria en manos del terrateniente José Bono.
Por último, un debate entre la ex vicepresidenta y el vicepresidente de Comunicación serviría para burla y desaire de este inquilino de la Moncloa entronizado por la puerta falsa que se esconde cual marmota -en su sentido metafórico- y no da una rueda de prensa ni a palos; él, que criticaba a Rajoy y le apodaba «plasma». Sánchez es el plasta de este desgobierno que nos ha tocado vivir en cobardía y apoyado por los enemigos de España, él el primero.