Análisis

Rafael López Charques: «Efemérides de chiste»

Rafael López Charques: "Efemérides de chiste"
Campanarios esteladas en Cataluña

El día once de este mes los catalanes celebran su fiesta, en la que recuerdan la toma de Barcelona por las tropas borbónicas durante la guerra de Sucesión. Una cosa curiosa es que las gentes suelen conmemorar los hechos triunfales, no los que para ellos suponen, según dicen, una desgracia. Generalmente si un pueblo pierde una guerra, una vez recuperado celebra el inicio de su resurgimiento, no el día de su derrota.

Lo expuesto nos puede llevar a pensar que esa celebración es consecuencia de un espíritu masoquista, pues se regocijan con su propio dolor. Sin embargo esto último me parece raro, pues catalogo a los catalanes como un pueblo emprendedor y trabajador, lejos de posiciones derrotistas y de auto consuelo. Claro está que tampoco llego a los límites de ese dirigente estudioso del ADN, que los considera una raza superior a las demás. Como todos los pueblos, tienen sus cosas buenas y sus cosas malas.

Lo primero que extraña de esa conmemoración es que se glorifica a Rafael de Casanova, que fue perdonado por el vencedor en 1719, volvió a ejercer su profesión de abogado en Barcelona hasta 1737 y murió tranquilamente en su cama en 1743. Sin embargo apenas se habla de Antonio de Villarroel, que expulsado del ejército, parece ser que paso la mayor parte del resto de su vida de cárcel en cárcel, hasta que murió en la de A Coruña. También está olvidado Josep Moragues, decapitado, descuartizado, y cuya cabeza permaneció expuesta en una jaula en la Puerta del Mar de la muralla de Barcelona durante doce años. ¿No es raro? Quizás los últimos no tenían suficiente pedigrí catalán.

También extraña que muchos independentistas catalanes recuerden ese día como aquel en el que perdieron una guerra contra España. Nada más lejos de la verdad, prueba de ello es que muchas ciudades del resto de la misma, bastante más importantes que la Barcelona de aquella época, que fueron partidarias del pretendiente austríaco, nunca han dicho que perdieron una guerra contra España. A mayor abundamiento, no olvidemos que dicha ciudad apenas tenía treinta y siete mil habitantes, es decir, era una de tantas, y que una parte notable de Cataluña era partidaria del Borbón.

Otra cosa curiosa es que muchos visionarios independentistas catalanes consideran ese día como el de abolición de la Generalitat, que hacen remontar a finales siglo XIII, cuando la verdad es que el organismo fundado en ese tiempo fue la Diputación del General, cuyo cometido era cobrar los impuestos, y que al final de cada período recaudatorio se disolvía. La Generalitat, mal que les pese, no nació hasta la II República Española.

Los Decretos de Nueva Planta, vilipendiados por los separatistas como el marco legal que abolió sus libertades y sus derechos, fueron en realidad los que sacaron a Cataluña del sistema medieval en el que todavía estaba inmersa, propiciando su modernización y crecimiento. Hay que tener en cuenta que entre otras cosas supusieron, salvo unos privilegios mantenidos en unos pequeños territorios del norte peninsular, una unificación legislativa, tributaria y económica en el territorio español, que benefició a todos.

El despegue económico de Cataluña se produjo a partir de la imposición de la nueva legislación. El estar plenamente integrada en el territorio español, le permitió, sobre todo a partir del siglo XIX, alcanzar las cotas de desarrollo económico que tiene, muchas veces, si hacemos un análisis serio, a costa del resto de España. También permitió, para vergüenza que quieren ignorar, que al convertirse Barcelona en una principal sede de negocios con las colonias, se erigiese como un importante enclave del tráfico de esclavos, del que se benefició gran parte de la burguesía catalana; por esta razón, Barcelona fue el último bastión del anti abolicionismo español.

En definitiva, dadas las mentiras separatistas, cabe sospechar que con la celebración que comentamos no estén realmente llorando por «su» derrota, sino conmemorando taimadamente, el día que comenzó su bienestar. Entendamos que no lo puedan confesar.

Raloch

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