Análisis

Antonio Sánchez-Cervera: «Políticas: una se va, otra se queda»

Antonio Sánchez-Cervera: "Políticas: una se va, otra se queda"
Soraya Sáenz de Santamaría. TV

La política vallisoletana, Sáenz de Santamaría, ha tenido que hacer mutis por el foro, ha salido de la escena política, al igual que lo hizo Rajoy, porque, simplemente, les han echado como políticos con poder. Es decir, ambos han tenido que despedirse de la política-era la crónica de una muerte anunciada- porque además han quemado a gran parte del personal que conformamos la ciudadanía.

Sáenz de Santamaría, que susurraba siempre al oído gallego de un Rajoy que nunca se sabía si subía o bajaba, erró de forma más que notoria cuando se presentó, con su voz de niña repipi de colegio, a ganar a Pedro Sánchez, en vez de obligar a Rajoy a dimitir. De nada le sirvió su lengua afilada, sus quietos ojos sin parpadear, pues, entre otras razones, carecía del marketing necesario para brillar en solitario. No tiene parangón en el mundo de la comunicación aquel momento del Congreso del PP en el que abría para ilustrar, cual maestra de escuela, un abanico con los colores de la bandera de España. Sus ojos abrumaban.

En general, los políticos se van de la cosa pública, con y sin rodeos, porque les apartan. Da igual se autodefinan como liberales de centroderecha o centroizquierda, demócratas cristianos, socialdemócratas tradicionales, radicales políticos…Al colectivo de nuestros conciudadanos les trae al pairo, pues se alejan del político, que está podrido de la mentira política, cuando no obtiene el cambio que propone. De la revolución de la alegría que no llega se pasa al desencanto del que mucho propone y poco hace. Nosotros, los ciudadanos, los de a pie, también nos tenemos que aplicar el cuento y hacer más por nuestro país que la burda charla criticona, callejera o de taberna.

Hay otra política, la alcaldesa de Madrid, que anuncia que no se va a su casa. Aupada en su momento por Podemos, partido instrumental con el que se presentó, que fue «un gran invento», según refiere la misma Carmena, ahora, como renegando de la mano que le ha dado de comer, se agazapa, premeditada y ambiguamente, en el azar y dice que quiere ir como candidata en 2019 con los mejores, y nos preguntamos:¿son malos los que tiene en este momento? Debe aclarar tal cuestión. A renglón seguido, la señora nos comenta que ella irá en y con una plataforma progresista que se tiene que crear, que, además, ella no la va a crear y que debe tener unas características nuevas. Y nos volvemos a preguntar: ¿será eso el resultado para que todo cambie pero que todo siga igual?

La verdad es que con estas credenciales le será difícil encontrar el voto a esta política que en su prolongada madurez camina por el sinuoso sendero de la incertidumbre y hasta se podía pensar de la ocultación. ¿Con quién, cómo y cuándo ha podido pactar? Los habitantes de Madrid, sean los que sean, quieren realidades prácticas en su ciudad, desean unas calles limpias, una gestora con rumbo y decisión, una policía de hondo calado municipal. Sobran, pues, las achacosas y consabidas expresiones de alabanza al progreso democrático.

Señora Carmena, ya tenemos y vivimos en democracia.

Antonio Sánchez-Cervera

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