Análisis

Victor Entrialgo De Castro: «Salir del armario»

Victor Entrialgo De Castro: "Salir del armario"
María Dolores Cospedal, Ignacio López del Hierro y el comisario Villarejo. EP

Más que por utilizar las amistades peligrosas de su marido para controlar el partido, Dolores de Cospedal debiera haber dimitido mucho tiempo ha por su fondo de armario. Igual que Aznar en el Escorial se creyó Felipe II, Cospedal tuvo una época en que se creyó Ana de Austria. Cuando los españoles ya teníamos una Reina ella se empeñó durante «decenios» en no repetir modelo.

Elegante y bien parecida, durante años no hubo dia ni comparecencia pública donde repitiese modelo, cosa que sí hacia la Reina Sofía a la que la función obligaba. Por más que le guste la moda, esa falta de respeto del protocolo ponía en cuestión, no sólo la jerarquía en las comparecencias públicas y recepciones con quienes encarnaban instituciones, sino valores históricos del ser español del que la Sra. Cospedal era representante, como la austeridad y la sobriedad.

Aunque en las conversaciones sostenidas en aquellos dias por Cospedal en el intento de defenderse de la Gürtell el chantajista prescinde del contexto, nos enteramos del nuevo culebrón por la traición ruin y tardia de Villarejo sin valor jurídico aunque hay quien dice que vaga por ahí el espíritu de la indolente Soraya, la vicepresidenta que no hizo nada, ni siquiera darse cuenta de que todo aquello le quedaba grande.

Las dos malqueridas vicepresidentas debieron irse antes del Gobierno.
Soraya porque detrás de su bajita bizarría mandona no había nada, cuando parecía que el tema catalán lo iba a resolver ella sóla en un pispas sobre el terreno.

Y Cospedal porque, aunque parezca un tema menor, entre los zarrapastrosos del chalet en camiseta y los modelitos exclusivos hay un término medio. Una cosa es la elegancia y otra pasarse los dias tratando de «epâter les bourgois». Una dirigente política relevante tiene que saber que el país del que es representante ha tenido históricamente entre sus valores durante siglos la sobriedad y la austeridad. La del Quijote. La de Castilla-La Mancha. Por eso los nuevos ricos provocan en España el rechazo que provocan.

Cospedal intentó por obligación, con la ayuda de su abnegado y solícito marido que acudió en su ayuda, demasiado tiempo cerca del poder, averiguar qué pasaba con la Gürtell, pero lo hacia empeñada en hacerlo vestida de Sissi emperatriz o de Grace Kelly en atrapa a un ladrón y eso dejaba hilvanadas costuras que tarde o temprano se iban a descoser.

Resulta evidente que no podemos dejar en manos de otro «preso político» resentido en la cárcel como Villarejo, un chantajeador profesional más, los destinos del Estado. Pero el hilo del que había que haber tirado mucho antes no fue el invisible de las grabaciones sino el de la madeja de un ropero excesivo y provocativo para unos electores que claman por representación.

Cospedal debió haber salido mucho antes del armario.

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