EL ECRITOR Y EL MOCOSO DE LASEXTA TV

Pérez-Reverte: «Quien ve una TV o sigue en redes sociales a tal personaje sabe a qué se expone»

Pérez-Reverte: "Quien ve una TV o sigue en redes sociales a tal personaje sabe a qué se expone"
El mocoso Dani Matyeo con la bandera española y el escritor Arturo Pérez-Reverte. EP

Arturo Pérez-Reverte nunca se esconde y ha vuelto a dar la cara con uno de los temas que más polémica ha generado en los últimos tiempos: la sonada de mocos con la bandera española del payaso Dani Mateo (Desesperada ofensiva de laSexta para defender al memo de Mateo con ataques a Boadella y al Ejército español).

Lo ha hecho en su artículo de cada domingo en el «XL Semanal», en donde este 25 de noviembre de 2018 calificaba a Mateo de «un presentador de televisión, cómico o algo parecido» (Un espontáneo con una bandera de España achanta a Dani Mateo en la puerta de los juzgados: «¡Malnacido, desgraciado!»).

El novelista adelanta que no es «imparcial», por su amistad con otros humoristas «desaprensivos» a cuyo lado el fulano de los mocos y la bandera es un pastorcillo de Belén» (Patético intento del friki-bufón de TV3 por imitar a Dani Mateo esnifando sobre una bandera de España).

Y añade: «Vi a demasiado sinvergüenza envolverse en banderas, como para respetarlas sin reservas, y a demasiada buena gente morir por ellas, como para despreciarlas sin reparos».

Amplía Pérez-Reverte que nunca se le ocurriría insultarlas (La última y ridícula estupidez a la que han recurrido Dani Mateo y Wyoming para excusarse por su sketch de la vergüenza).

Este es el final de su artículo, que se titula, por cierto, ‘Sonarse con las banderas‘:

  • Lo otro es lo que pienso de las banderas. Y ahí, si me permiten la discreta chulería, tal vez tenga cierta experiencia, pues durante buena parte de mi vida vi destriparse bajo unas y otras.
  • Quiero decir que lo mío no viene sólo de leer a Kapuscinski, y podría resumirse en que vi a demasiado sinvergüenza envolverse en banderas, como para respetarlas sin reservas, y a demasiada buena gente morir por ellas, como para despreciarlas sin reparos.
  • Las miro con un educado escepticismo que no excluye el respeto, no por ellas sino por quienes las respetan, ni disipa el desprecio, no por ellas sino por quienes las usan con vileza.
  • Las miro, en fin, no con equidistancia sino con ecuanimidad, que no es lo mismo; pero nunca se me ocurriría insultarlas. Valgan como ejemplo, por no centrarnos en la española rojigualda -tan polémica a ratos como la republicana, pues bajo ambas tuvimos héroes y verdugos-, las antiguas barras del reino de Aragón en las que hoy se envuelven Pujol, Mas y Puigdemont, pero bajo las que en el siglo XIV combatieron en Oriente las compañías almogávares.
  • O la ikurriña vasca, a cuya sombra una pandilla de asesinos analfabetos sembró el terror durante años, pero que también ondeó en los dos pequeños pesqueros armados de la Euzkadiko Gudontzidia que el 5 de marzo de 1937 libraron frente al cabo Machichaco un desigual, heroico y suicida combate contra el crucero franquista Canarias.
  • De todas formas, cuando hablamos de provocación algo deberíamos tener en cuenta. Los que de verdad disparan contra todo son pocos. Lo que hacen casi todos es buscar el aplauso fácil de sus habituales, a quienes procuran no ofender jamás.
  • Si en un programa de televisión un fulano se limpia los mocos en una bandera que no ama, lo hace porque a su público, el de esa cadena, el que lo sigue en Twitter, Facebook o en donde sea, le gusta o lo tolera. Incluso lo exige.
  • Y una cosa son las ideas, reales o fingidas, y otra jugarse los garbanzos. Quien ve una televisión o sigue en las redes sociales a tal o cual personaje sabe a qué se expone. Conoce lo que puede esperar de él, y a ese público va destinado lo que el fulano en cuestión dice o hace. Si en España hay también humoristas basura, es porque hay un público que los jalea.
  • Así que no veo por qué han de ofenderse aquéllos a quienes no va destinada la basura, siempre y cuando esa basura no vulnere las leyes vigentes. Sin embargo, dentro de lo legal cada uno es libre de elegir.
  • Basta con no ver esa televisión o no seguir a Fulano o Mengana en las redes sociales. Los disidentes, por su parte, también pueden sonarse en donde quieran, incluso en la foto del que se suena. Nadie lo impide, y sonarse es un acto libre.
  • A menudo olvidamos que lo importante es elegir bien lo que uno ve, más que criticar o controlar lo que ven otros. Porque en eso consiste la libertad: en seguir a quien te dé la gana o en ignorarlo. Cuando eres espectador de alguien sabes a lo que te expones cuando te da exactamente lo que esperas; aquello por lo que estás allí y no en otro lugar.
  • Así que, con no verlo, asunto resuelto. Y si lo ves, pues oye. Asume lo que caiga. Que cada uno vea lo que prefiera ver, y que su humorista favorito se suene con lo que le salga del cimbel. Evitarlo es tan sencillo como darle a las teclas silenciar o bloquear de Twitter. O ver otra tele.

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