Análisis

Gaspar Albertos: «El Mediador»

Gaspar Albertos: "El Mediador"
Pedro Sánchez, y la vicepresidenta, Carmen Calvo (PSOE). EP

Señor Presidente del Gobierno de España, no es necesario que se estruje usted el cerebro (ni se lo haga estrujar patéticamente a su vicepresidente Carmen Calvo) en bautizar esa figura que le exige el independentismo catalán como mediador, relator, testigo,… y mucho menos en encontrar a la misma. Ya existe, se llama Constitución y si tiene que mediar en alguna cuestión que se encuentre fuera de ella, como marco de convivencia para todos los españoles, lo hace a través del poder judicial del estado.

Es verdaderamente repugnante que para aprobar los presupuestos generales del estado para este año, y con ello, mantenerse unos meses más en la Moncloa (que de todos modos lo va a hacer aunque sea a base de decretos-ley) acepte usted el chantaje de los independentistas de nombrar un mediador, o como le quieran llamar, para que sea testigo de las conversaciones que usted es capaz de mantener con quienes han pretendido dar un golpe de estado, bien en una infamante «comisión bilateral» o mediante una interesada «mesa de partidos» cuando el escenario de dialogo ya, también existe, y se llama Parlamento Catalán, también sujeto a la ley suprema que nos dimos todos los españoles llamada Constitución Española.

Entonces ¿para qué necesita esa figura de «mediador internacional» (que después han rebajado a «relator nacional») y que lo único que significa no es sino una ofensa a todos los españoles poniendo en duda la calidad democrática de nuestro país?

Cuando Quim Torra le presentó en Pedralbes el pasado diciembre los veintiún puntos de negociación entre los que incluía ese negociador, usted se tenía que haber levantado de la mesa, volver a saludar al Mayor de los Mossos que le recibió, subir al coche, después al falcón y de vuelta para Madrid.

Algunos de los puntos son pura bazofia por pura mentira como cuando se habla de que «no se puede gobernar contra Cataluña», «abusos policiales y económicos que ha sufrido Cataluña», «complicidad de la policía y los jueces con la ultraderecha».

Otros no son más que contradictorios entre ellos como ocurre con los puntos 6 y 13 que dicen respectivamente «superar la vía judicial, que ha de abandonarse» y «garantizar la independencia judicial». A ver quien lo entiende.

Bajo el palabro «desfranquización» aglomera nada menos que siete puntos de los veintiuno, la tercera parte, así como si los catalanes no hubieran votado nunca (los que más lo hicieron y más afirmativamente) nuestra Constitución que entonces sí, por verdadera capacidad de diálogo, enterró el franquismo.

Hay otros puntos de carácter «irónico» como el que dicen pretender de «frenar el deterioro de la imagen internacional de España» o el de «compromiso por la ética en la política». Ellos.

Y principalmente están los puntos «estrella» como el que pide el reconocimiento del derecho de autodeterminación o el de no amenazar más con la aplicación del artículo 155 (les debió escocer) señal inequívoca de que es el mejor recurso para detener su golpe contra nuestra democracia.

Por no hablar sobre la exigencia de un debate sobre la monarquía.

¿Todo esto es usted capaz de tragar por mantenerse unos meses más en los decrépitos jardines de la Moncloa?

Piense que si defendiera la unidad de España y la igualdad de todos los españoles sin complejos y sin ambages tendría más posibilidades de seguir siendo el inquilino de la Moncloa y no pasar por ella como un «velociraptor» por causa de un «relator».

Y si se cree lo de su amigo Tezanos, no sé a qué espera para convocar elecciones ya.

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