Análisis

Antonio Sánchez-Cervera: «Elecciones 28-A: ¿Pagará Casado su inmadurez?»

Antonio Sánchez-Cervera: "Elecciones 28-A: ¿Pagará Casado su inmadurez?"
Albert Rivera (CS) y Pedro Sánchez (PSOE). EP

El activismo político de Casado es como el de un recién llegado a la caverna de la política, aun cuando sabe que venimos de unas legislaturas inacabadas y que ahora, más que nunca, el elector español necesita, exige, tranquilidad y sosiego para reflexionar los sucesivos votos que se van a suceder.

Casado, Rivera, Sánchez o el más ingenuo de los que vamos a votar saben que el conflicto catalán no tiene solución alguna si no se les da la independencia. Así pues, seguir hablando de dialogo es lo más estéril e improductivo que se puede hacer. O se les da la indepe o se les deja hasta que reviente la olla a presión que los independentistas han puesto a un fuego muy intenso. Es más, si Sánchez tiene alguna posibilidad de volver a La Moncloa con el apoyo de los separatistas que no dude que le exigirán como contrapartida clara la autodeterminación. Y es aquí donde Casado debe emplear toda su artillería en la campaña que ya viene, apartándose del insulto, la grosería y la mala educación. Ha de tener talante y decisión puntual para no caer en la necia inacción de su predecesor.

Casado ha de ser muy consciente de la herencia antiespañola de corrupción que recibe de muchos y relevantes miembros y dirigentes de su partido. Lamentablemente, odiosamente, diríamos mejor, ha sido una larga lista de falsos patriotas que obscenamente han prostituido por el dinero las mejores esencias de la decencia política y democrática. Ese infame legado solo podrá minorarlo con una campaña transparente, fresca, limpia, elegante y alejada de la agresividad y de los balcones con banderas, que no los necesita para centrarse en destapar, descubrir las verdaderas intenciones de sus oponentes en los aspectos más importantes que afectan a España y, por ende, a todos los que votamos. Las gentes españolas, generalmente, no son partidarias de la radicalidad, por lo que los políticos, que viven de esas gentes, deben moderar sustancialmente su agresividad mitinera y el ataque directo al contrario, mucho menos cuando el insulto es insulto y no en una mera descripción.

Ha de tener en cuenta también el dirigente del PP que Sánchez exprimirá en la campaña su posición gubernamental sin tirar la toalla un ápice.

Casado, es nuestra opinión, ha de transmitir en su candidatura, como si fuera para niños, su mensaje social y dar datos precisos y entendibles con ejemplos de cómo han empeorado en estos ocho meses de Sánchez la deuda y el déficit de España. Debe, es fundamental, sacar a Sánchez en público que diga y confirme su rotunda negativa a negociar con los independentistas fuera de la Constitución, a aceptar la sentencia del llamado procés y a no pactar con los separatistas la concesión de indulto alguno si existiese condena. Para ese empeño sería conveniente que los medios de comunicación pusieran su granito de arena preguntando directamente al presidente, sin dejar opción a una respuesta de larga cambiada. Le aconsejamos también denunciar y combatir el nacionalpopulismo de los que intentan asaltar la Constitución.

Comete un grave error, al menos propagandístico, continuar con su obsesión compulsiva por la aplicación automática del 155 en Cataluña, puesto que los preceptos constitucionales son los que son y están para lo que están en su aplicación en el momento oportuno ¿Quién sabe en este momento lo que puede pasar en Cataluña de ahora al verano, por ejemplo? Debiera apartase de esa machacona idea que para muchos puede constituir una amenaza chulesca y restarle votos.

Obviamente, Sánchez ha diseñado su calendario electoral lleno de muchas y variadas trampas, pues no hay que olvidar que después de las generales vienes las otras (autonómicas, locales, europeas) y con ellas las componendas entre los partidos. Olvidémonos, los que votamos de a pie, los que hasta meditan concienzudamente su voto, que una vez depositado en la urna, nuestra opinión se desvanece en la timba de los políticos.

En fin, España necesita una legislatura consolidada y sosegada de cuatro años, teniendo en cuenta que la pluralidad política en la que estamos inmersos por desgracia trae más inestabilidad.
Como consecuencia, la campaña electoral en ciernes no puede ni debe ser de catalanización electoral. España no puede estar sometida a lo que sucede en Cataluña. Los ciudadanos exigen gestión y confianza exterior y más consenso y menos crispación y polaridad.

Casado tiene su oportunidad siempre que sus postulados sean claros y sin rémoras del pasado y, no por haber consolidado el tripartito en Andalucía, piense que seguirá creciendo electoralmente. Es mejor que domine con maestría la iniciativa política, incluso con su incipiente madurez.

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