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RTVE: entre todos la matan y ella sola se muere

RTVE: entre todos la matan y ella sola se muere
La soviética TVE se hunde gracias a Pedro y Pablo.

Que en RTVE manda el Comité de Información (CDI) es cosa sabida, por mucho que desmientan ingenuos y enterados. Y más desde que Rosa María Mateo es Presidenta y administradora única (y «provisional») por mandato y voluntad de Pedro Sánchez.

La prueba del nueve ha sido el divertido pulso mantenido durante 48 horas entre el CDI y Mateo sobre el debate a cuatro en RTVE, ganado por KO por el primero, amargando el gesto de Sánchez que se las prometía felices sin debatir con ninguno y trastocando la estrategia que Iván Redondo había diseñado para su jefe en esta campaña electoral.

¡Y menudo roto le ha hecho el CDI a Sánchez, a tenor de lo visto anoche en la 1 de TVE!

La victoria del CDI y de su hombre fuerte, Xabier Fortes López, excelente periodista, ha salvado la poca dignidad que le queda a esa casa, ninguneada por políticos de todo color y pelaje, pero no la rescata de su continua caída de audiencia, como certifica cada mes la empresa más fiable en este ámbito: Barlovento Comunicación. En marzo, el Grupo RTVE sumó el 15,1% de la audiencia, que supuso un -0,2% con relación a febrero y un -1,3% para igual fecha de 2018. Por encima se situaron el Grupo Mediaset (28,2%) y el grupo Atresmedia (26,9%).

La caída de la audiencia en RTVE tiene muchas causas, pero entre las principales está que TVE sigue siendo una televisión del Gobierno y, en consecuencia, los espectadores-votantes de PSOE y Podemos que apoyaron la moción de censura que otorgó la presidencia a Pedro Sánchez, descontados los independentistas catalanes (ERC y PDeCAT) y vascos (PNV y Bildu) que le apuntalaron y que ven la suya pública autonómica por fervor y obligación militante (TV3 y EITB, respectivamente), suman menos que los espectadores-votantes de PP y Ciudadanos (y VOX), que han abandonado TVE para nutrirse, básicamente, de A3, T5 y Trece tv.

Además, la programación de La 1 se resiente por falta de espacios de recambio que puedan competir con los de T5 y A3, por escasez de recursos o, simplemente, por mala suerte. De hecho, La 1 no domina ningún target, ninguna franja horaria ni ningún día de la semana, frente a T5 que controla la mañana, la tarde, el prime-time, el late-night y los 7 días de la semana. Y A3, que lidera la sobremesa.

Ahora bien, la pregunta que deberíamos hacernos es si TVE debe ser líder de audiencia o, por el contrario, dejar esta tarea a las televisiones comerciales en abierto y ella, que no emite publicidad ni tiene servidumbres con los anunciantes, dedicarse a ser la más influyente entre las clases dirigentes y los líderes de opinión, y a cumplir con todos los objetivos que la impone la ley 7/2006, el Mandato Marco y el Contrato Programa que cada tres años tienen que aprobarle las Cortes Generales.

Entre otras finalidades figuran en dicho Mandato la cohesión social, una programación de calidad que haga compatible la rentabilidad social y la máxima cobertura; satisfacer las necesidades de información, cultura, educación y entretenimiento; difundir la identidad y diversidad social; impulsar la sociedad de la información; promover el pluralismo, la participación y los valores constitucionales, garantizando el derecho de acceso.

En otras palabras, cubrir los importantes huecos que deja la televisión privada comercial y de pago; estar a la vanguardia tecnológica, apoyar, promover y difundir en el mundo la marca España y la gran obra de la Civilización Hispánica, luchando contra la Leyenda Negra, que debe ser política de Estado, a través de nuestra cultura, ciencia, industria, deporte, gastronomía, historia…, y vertebrar la nación cosiéndola por donde la descosen los independentistas con el uso torticero, impúdico y descarado de «su» tv pública autonómica.

Es lo que hace la BBC, que lo lleva en su ADN, lo que en alguna ocasión ha hecho RTVE, produciendo y emitiendo series admirables como Isabel, y lo que debería hacer permanentemente con los demás protagonistas de la historia de España y del Imperio, como Hernán Cortes, Francisco Pizarro, Juan Sebastian Elcano, Blas de Lezo, Núñez de Balboa, Francisco de Orellana, Francisco de Vitoria, el Duque de Alba, Fray Juan de Garrovillas , Nicolás de Ovando, Juan Ginés de Sepúlveda, la Escuela de Salamanca y tantos y tantos que engrandecieron la patria y construyeron el mayor Imperio jamás igualado, expandiendo hasta sus confines un idioma, una religión y una cultura heredada de Roma.

Nada de esto hace TVE. Tan solo competir en telebasura con las privadas y en manipulación informativa con las públicas autonómicas, con unos comités de información (CDI) escorados a la izquierda y a la extrema izquierda, cuando no militando con descaro en el independentismo, y unas direcciones nombradas por la mayoría parlamentaria. En RTVE hay ausencia absoluta de las grandes instituciones y fundaciones civiles españolas que, bajo la protección de la Corona y con forma de Carta Real, como en la BBC, deberían dirigir y tutelar la corporación RTVE, para que sea de todos, sin intromisión del Gobierno y como contrapoder del poder legítimamente constituido.

Cuando se creó TVE en 1956, adscrita a la entonces Dirección General de Radiodifusión (1945) y dependiente del Ministerio de Información y Turismo, se cuenta ( y se non è vero, è ben trovato) que el ministro de Hacienda de entonces, Francisco Gómez de Llano, propuso en consejo de ministros presidido por Francisco Franco que para su financiación había que establecer un canon finalista sobre los propietarios de un aparato de radio o de televisión, como se hacía en los demás países europeos que ya tenían ese nuevo invento. Otro miembro del Gabinete, probablemente el titular de Información y Turismo, Gabriel Arias-Salgado y de Cubas, dijo que no parecía oportuno ese impuesto porque limitaría el número de espectadores y lo que interesaba con TVE era adoctrinar a la población en las virtudes del Régimen.

Franco calló, prevaleció el criterio de Gómez de Llano y se estableció el canon. Pero su cobro resultó tan complejo y caro para la ineficaz y casi inexistente Hacienda Pública de entonces, que se optó por suprimirlo. Así fue como TVE, junto con la televisión portuguesa creada en 1957 durante la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, fueron las dos únicas de Europa que no se financiaron con un impuesto especial. La portuguesa lo fijó en 2003 y España sigue siendo el único país de la OCDE que aún no lo ha hecho. Será porque a pesar de la Constitución de 1978 ningún Gobierno ha renunciado a adoctrinarnos, que es para lo que, más tarde, nacieron todas las televisiones públicas autonómicas, olvidando entonces y ahora que ya no había un único canal sino muchos.

Si TVE fuera soberana, no dependiese del ministro de Hacienda y su parrilla cumpliese los fines que le impone la ley, se la valoraría más porque contaría, además, con algo que ya tiene a su favor: la ausencia de publicidad, que la hace libre del anunciante y atractiva para el espectador porque no sufre los soporíferos cortes de las comerciales. Y además lucharía con mucha más eficacia que la ineficaz Secretaria de Estado España Global contra la Leyenda Negra con series y películas que produciría y difundiría por todo el mundo desde los distintos soportes existentes.

JORGE DEL CORRAL

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Autor

Jorge del Corral

Hijo, hermano y padre de periodistas, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Ha trabajado en cabeceras destacadas como ABC y Ya. Fue uno de los fundadores de Antena 3 TV. Miembro fundador de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) y del Grupo Crónica, creador de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV) y fundador de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA). Un histórico de la agencia EFE, donde fue subdirector y corresponsal en Roma.

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