¿Este autobús no promueve el odio a España en Cataluña?
A los nazis les encantó Metrópolis (1927), la mítica película de Fritz Lang, porque vieron en ella la utopía de un mundo industrializado que explota despiadadamente a las masas obreras y es redimido por un salvador, capaz de «reconciliar con el corazón la mano con el cerebro».
No por nada era el film favorito de Hitler y su guionista, la esposa de Lang, acabaría siendo una ferviente nazi. Hasta el punto en que Joseph Goebbels citó a Lang en 1933 para ofrecerle dirigir la Cineteca Nacional Socialista. Cuenta Lang que al escuchar a Goebbels empezó a sudar y a preguntarse cómo escapar de su aterrador despacho.
-Sr. ministro, mi madre es de origen judío…
– Sr. Lang, no se preocupe: nosotros decidimos quién es y quién no es judío -respondió Goebbels.
Horas después de su encuentro con el ministro de Propaganda nazi Lang escapó con lo puesto de Alemania huyendo hacia Estados Unidos. Siempre renegó de Metrópolis como una película tonta y estúpida, profundamente reaccionaria donde la ciudad es un producto viciado frente a la inocencia incontaminada de la naturaleza.
No le dio tiempo de ver a sus confluencias: el feminismo, la ideología de género, el ecologismo y el animalismo.
La distopía futurista de Metrópolis, el corazón agarrotando el cerebro, es la pesadilla roussoniana que se ha instalado felizmente entre nosotros.
«El «futurismo» era la socialdemocracia, esa adicción a la irrealidad (un deseo compulsivo de suprimir la realidad para reemplazarla con un sistema de ilusiones complacientes), al fin en ruinas», esculpió Ruiz Quintano en ABC.
(Alfonso Ussía, Ruiz Quintano y Del Pozo, as voces de ultratumba contra la barbarie del pensamiento único desde la última página del papel).
Metrópolis es Cataluña, donde los catabatasunos deciden «quién es y quién no es judío», es decir, buen catalán. Escupir contra España en Cataluña jamás sería considerado un delito de odio sino un servicio a la patria.
Desde Dolca Catalunya nos cuentan que el último de la campaña de odio hispanófobo de la ANC es proclamar que «España perjudica todos los ciudadanos de Cataluña, piensen lo que piensen. Sean la independentistas o no».
Los goebbelsianos de la ANC colocan la foto de un AVE y explican que «el primer ferrocarril de la península fue inaugurado en 1848 entre Mataró y Barcelona con el objetivo de servir a las industrias del Maresme y por tanto, para proporcionar trabajo y aumentar el bienestar de los catalanes».
La misma ANC que sacó a la calle en 2013 el ‘bus.cat’ independentista, un ‘double decker’ inglés enfundado en la estelada. Nadie se atrevió a decir aquel día que ese autobús promovía el odio hacia quienes al parecer expolian a Cataluña. —I ara, l’autobús independentista—
En Metrópolis a nadie se le permite pensar diferente. Mientras en Madrid la ‘liberal’ Cristina Cifuentes manda detener al autobús de Hazte Oír «por provocar», la hispanofobia es la ideología del odio en Cataluña, en la que un tertuliano independentista de Catalunya Radio puede pedir con total tranquilidad la guillotina para otro que no piense como él y no pasa nada.
«Al autobús de Hazte Oír no se le ha contestado con una batería argumental, o debates en medios, como si fuera un país libre, sino con amenazas de denuncias judiciales, ofensas, retirada policial, e insultos», se queja con razón Jorge Vilches en VozPopuli. Como en Metrópolis, hay mentiras que son intocables.