LOS NEFASTOS FRUTOS DEL SEPARATISMO

Cataluña: la estulticia independentista y el sectarismo de Colau hacen naufragar la Barcelona World Race

La profunda crisis que sufre Cataluña por culpa del independentismo se cobró ayer su última pieza, el patronato de la Barcelona World Race suspende su próxima edición

Cataluña: la estulticia independentista y el sectarismo de Colau hacen naufragar la Barcelona World Race
Los veleros de la Barcelona World Race. BC

La oposición reprocha a Colau su falta de interés por los acontecimientos deportivos en Barcelona

CATALUÑA ha pasado de liderar el crecimiento y la creación de empleo en España, siendo, además, uno de los grandes referentes internacionales en materia de inversión y turismo, a experimentar un preocupante declive tanto a nivel económico como reputacional en menos de un año, como consecuencia del proceso separatista.

Lejos queda ya la confianza que inspiraba esta región a empresarios y patrocinadores a la hora de instalar nuevas compañías o bien organizar todo tipo de eventos, especialmente tras los Juegos Olímpicos de 1992. El panorama es hoy muy diferente.

La profunda crisis política e institucional que sufre Cataluña por culpa del independentismo se cobró ayer su última pieza, después de que el patronato de la Barcelona World Race, una de las regatas más importantes del mundo, anunciara que suspende su próxima edición debido al clima de inestabilidad que experimenta la región.

No es la primera vez que sucede algo similar en los últimos meses. El desafío separatista dejó a Barcelona sin la Agencia Europea del Medicamento el pasado noviembre, a pesar de partir como favorita para acoger la codiciada sede de este organismo comunitario, mientras que el Mobile World Congress, una feria tecnológica de primer orden a nivel mundial, ya ha advertido en varias ocasiones que también abandonará Cataluña en caso de que no se garantice un entorno estable y seguro para sus participantes.

Sin embargo, el mayor golpe que ha recibido la economía catalana hasta la fecha ha sido la masiva fuga de empresas que ha registrado esta autonomía desde la celebración del referéndum ilegal del pasado 1 de octubre.

Más de 3.000 compañías, cuya facturación ronda los 44.000 millones, decidieron trasladar su sede a otras regiones de España después de que la Generalitat, en manos de los separatistas, optara por saltarse la ley e incumplir la Constitución con su declaración de independencia.

Ante tal deriva, no es casualidad que la creación de empresas también protagonizara en Cataluña su mayor caída en 2017, al tiempo que la inversión extranjera se hundía un 40% interanual y la salida de depósitos superaba los 30.000 millones el pasado trimestre.

El turismo sigue sin levantar cabeza, tal y como refleja la menor ocupación hotelera esta Semana Santa en comparación con otros destinos, mientras que las ventas minoristas, que sirven para medir la evolución del consumo, bajan a diferencia del resto del país.

Todos estos indicadores se traducen en menos riqueza y empleo, dañando así el bienestar de los catalanes. Y prueba de ello es que Cataluña pasó de ser la segunda comunidad donde más se redujo el paro en 2016 a ocupar el undécimo puesto a cierre de 2017.

A lo único que aspira el separatismo es a imponer su utopía en beneficio propio, sin importar el perjuicio que ello pueda acarrear al conjunto de la población.

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