EL SEPARATISMO CONDENA A CATALUÑA

Las ocurrencias, alborotos y gracias de Colau y los independentistas están hundiendo Barcelona

Los datos no son opinables: la caída del negocio turístico, la ocupación hotelera y la fuga de empresas terminarán por hundir económicamente a Cataluña

Las ocurrencias, alborotos y gracias de Colau y los independentistas están hundiendo Barcelona
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent. EP

TODO es delirante e irracional en la Cataluña del independentismo. La inauguración del Congreso Mundial de Móviles, probablemente el evento internacional más relevante de todos cuantos se celebran anualmente en Barcelona, empezó marcado por el desprecio de las autoridades separatistas a Su Majestad el Rey durante la inauguración.

Ni Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán, ni Ada Colau, alcaldesa de Barcelona y acólito complaciente del independentismo, acompañaron al Rey en protesta por su «papel» tras el 1-O y por la existencia de «presos políticos» en España.

Con autoridades así no solo es lógico que más de 3.000 relevantes empresas y multinacionales hayan abandonado Cataluña con motivo del golpe de Estado dado por el separatismo.

Lo lógico sería que en el futuro Cataluña quedase como un erial para cualquier tipo de negocio porque, lejos de recular y asumir la estupidez que supuso forzar a Cataluña hasta el límite para nada, el independentismo sigue en una conducta de permanente provocación. Los datos no son opinables: la caída del negocio turístico, la ocupación hotelera y de restauración, y la fuga masiva de empresas y sociedades terminarán por hundir económicamente a Cataluña.

Despreciar la llegada del Rey a Barcelona no es un mero acto simbólico con el que llevar al extremo la sobreactuación a la que nos tiene acostumbrados este independentismo hipócrita.

Es un gesto político arriesgado que terminará por acarrear serias consecuencias que los dirigentes separatistas no están midiendo con inteligencia. Barcelona se está acostumbrando a ser una ciudad antipática y refractaria para los negocios, y no es baladí que en las últimas horas el máximo responsable del Congreso de Móviles, John Hoffman, haya dedicado alabanzas a Hospitalet en lugar de a la Ciudad Condal, como tomando nota para futuras ediciones del Congreso internacional.

En Cataluña no hay presos políticos. Solo presuntos delincuentes acusados de graves delitos del Código Penal cuyo único futuro es la prisión y la inhabilitación. Si la clase política catalana no es capaz de dar por superado el 1-O, como la derrota de un desafío al Estado, será incapaz de pasar página.

Y será incapaz de entender que la huida de empresas es la pérdida absoluta de confianza en la estabilidad política y económica de Cataluña. El dinero huye de la incertidumbre, y de la conflictividad política. Barcelona lo está experimentando cada día con la pérdida de afluencia de turistas y de negocios.

Mantener la patraña de que Cataluña es una nación independiente perseguida por España y reprimida por sus autoridades solo les traerá más perjuicios porque nadie en el extranjero cree tanta sarta de mentiras.

Los catalanes deben saber que la pérdida de inversiones se debe solo a la irracionalidad del PDECat, a ERC, a Podemos y a la CUP.

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