COMO todos los años, los sindicatos salen este 1 de Mayo de 2018 a la calle para celebrar el Primero de Mayo mediante marchas y manifestaciones por toda España, cuyo tono reivindicativo y de abierta reprobación al Gobierno del PP contrasta, sin embargo, con su total ausencia de autocrítica para encarar una profunda renovación interna con el fin de representar eficazmente a sus afiliados, cuyo número no ha dejado de caer.
Los relevos al frente de la dirección de UGT y CC.OO. se han quedado en un mero cambio cosmético, del todo insuficiente para reavivar un sindicalismo que, hoy por hoy, está de capa caída debido a su absoluta politización y su deriva hacia posiciones cada vez más radicales, que nada tienen que ver con el papel que deberían ejercer como agentes sociales.
En lugar de aprovechar el 1 de Mayo para conmemorar la importante función que desempeñan todos los trabajadores y esforzarse en servir de la mejor forma a sus legítimos intereses, los sindicatos, una vez más, aprovecharán esta jornada para organizar una nueva protesta contra el Ejecutivo y sus políticas, a pesar de la evidente mejora económica, la fuerte creación de empleo y el incremento del gasto social.
Si a ello se suman sus constantes intromisiones políticas en las causas más peregrinas y, sobre todo, su incomprensible apoyo a los separatistas catalanes, en lugar de posicionarse a favor del Estado de Derecho y el estricto cumplimiento de la ley, es lógico y normal que hayan perdido influencia y capacidad de movilización.
La mayor prueba de su descrédito es el escaso apoyo social y el fuerte descenso de afiliados que han sufrido en los últimos años.
Los trabajadores necesitan sindicatos que se dediquen a defender sus derechos de forma racional y responsable, no meros apéndices partidistas centrados en hacer política.