La factura penal corresponde al juez pero hay una factura política

Ricardo Costa y la derecha hortera

Son algo peor que un hato de mangones y una reala de truhanes

Correa y el resto de gestores de la trama Gürtel han puesto en evidencia un miserable estereotipo de político y alto ejecutivo, que ensucia el ámbito publico español

En «Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes», Thomas De Quincey sostenía que el crimen, en sí mismo, es una menudencia. Lo grave -es decir, lo mortal, con redundante regodeo- es el proceso que desencadena.

Alguien que cae en la tentación de degollar a una abuelita, después será tentado por los bienes ajenos. Si es capaz de robar, tampoco ha de arrugarse por beber en exceso.

Acto seguido, la fantasmagoría del alcohol hará que no se acuerde de acudir a la iglesia. Y así, sucesivamente. Hasta que llegue un punto -un punto sin retorno y sin enmienda- en el que pierda los modales y las buenas maneras.

Afirma Tomás Cuesta en ABC que la tesis formulada por De Quincey le viene al caso Gürtel como anillo al dedo. Los afectados por esa especie de baile de don Vito que ha puesto a Rajoy en el disparadero, son algo peor que un hato de mangones, una reala de truhanes y una pandilla de alcahuetes.

Eso, en definitiva, está a la orden del día y, si hablamos del PSOE, incluso de las décadas.

Discernir a cuánto asciende la factura penal y a quién le corresponde pagar lo que se debe es competencia de los jueces.

Sin embargo, el código penal no contempla un «delito» que produce hasta vergüenza ajena: Ser zafio, cursi, aprovechado y además hortera.

Correa, Alvaro Pérez «El Bigotes» y el resto de gestores de la trama Gürtel han puesto en evidencia un miserable estereotipo de político y alto ejecutivo, que ensucia el ámbito publico español y en este caso concreto desvirtúa al partido Popular.

La lista de nombres es larga y rimbombante. Un buen ejemplo es Ricardo Costa, quien se encuentra en el trance en que se encuentra y hoy debería irse definitivamente al paro no sólo por torpe y mangante, sino además y sobre todo por cursi intempestivo y un hortera de tomo y lomo.

Las grabaciones que aparecen en el sumario del caso Gürtel, legales o ilegales, ponen a algunos de sus protagonistas en literalmente en cueros.

Como ejemplo, la que el 22 de diciembre de 2008, a las 23 horas y 34 minutos, mantuvieron Ricardo Costa y Álvaro Pérez «El Bigotes»:

  • Ricardo Costa: «Necesito 100 gramos de caviar».
  • Álvaro Pérez: «Vale, pues a ver si te los puedo pedir y a ver si te los pueden traer».
  • R.C.: «Mira a ver si tus contactos conocen a alguien y puedo tenerlo para la cena de medianoche».

No es más que una muestra, porque hubo otras en las que Costa pedía a «El Bigotes» que hiciera gestiones con el presidente Camps para que lo nombrara consejero autonómico o pedía un coche de lujo con rebaja.

Todo ello hace imprescindible que desaparezca de la escena política cuanto antes. Como escribe Cuesta, venderse por un Patek Phillipe denotaría, al menos, cierta altura de miras en un mundillo de bajeza.

El Franck Muller, por contra, no admite defensa. Hurgarse la nariz, sorber la sopa, pellizcar a las damas, rascarse la entrepierna… Un hortera de miedo.

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