Pero a diferencia de Carmena, el alcalde de Londres, Sadiq Khan, explora soluciones alternativas
La peor contaminación en las grandes ciudades no es la de la boina de dióxido de nitrógeno sino la boina mental de nuestros políticos adiestrados en parchear los problemas ambientales con multas, restricciones y más impuestos.
Dado que son incapaces de dar con un proyecto a largo plazo que acabe de una vez con la contaminación, prefieren el método Carmena: machacar a multas a los automovilistas madrileños y perseguirlos como si fueran delincuentes.
Como todos los inviernos, Madrid excede los niveles máximos de seguridad de dióxido nitroso por falta de lluvias. Esto ha obligado al Ayuntamiento de Manuela Carmena a decretar la prohibición de estacionar en las plazas y en horario del SER en el interior de la M-30 durante el 28 de diciembre de 2016.
Una tradición navideña con la que el Consistorio lanza su habitual cruzada verde para salvar el planeta y recaudar. Para un ayuntamiento experto en improvisaciones, propaganda y golpes de efecto, es una ocasión única para que la alcaldesa salga a pasear en bicicleta o en metro rodeada de un enjambre de fotógrafos que la inmortalicen pedaleando por un Madrid más sostenible.
Tan sostenible como el empeño de estos evangélicos del ecologismo en hacernos creer que solo basta pintar unos carriles de rojo en la Castellana para convertir a Madrid en Amsterdam.
Pan para hoy y hambre para mañana, porque los madrileños no dejarán sus coches en casa hasta que el Ayuntamiento no ofrezca soluciones valientes que vayan más allá del palo y la zanahoria.
El que se frota las manos es el concejal de Hacienda, Carlos Sánchez Mato, conocido en Cibeles como ‘El Bocazas’, que sueña con los sablazos que meterá a los sufridos madrileños gracias a la bendita capa de contaminación atmosférica.
Sánchez Mato no ve la hora en que Carmena comience a aplicar tasas de congestión como las que existen en Londres, en las que cobran hasta 12 libras por entrar al centro.
La medida no ha servido de mucho: Oxford Street sigue siendo la calle más contaminada de Europa, con concentraciones de hasta 463 microgramos de dióxido de nitrógeno (NO2) por metro cúbico pero las arcas públicas se llenan de dinerito fresco. —Londres, la ciudad más contaminada del planeta gracias a Oxford Street—
Lo más injusto del peaje de la contaminación es que lo pagan los que menos tienen penalizados por conducir vehículos antiguos y no eléctricos o híbridos, solo al alcance de los más pudientes. —Peajes de contaminación en Londres—
Otra incoherencia de los cruzados políticos del ecologismo, a derecha e izquierda del retrovisor ideológico, es que que el Gobierno subvenciona el uso del diesel con los impuestos.
«Hacer un litro de gasóleo es más caro que uno de gasolina. Sin embargo, debido a los impuestos que se aplican a cada combustible, el gasóleo cuesta más barato al usuario. Es decir, que el Gobierno favorece que los españoles usen un combustible supuestamente más contaminante», apunta un recomendable artículo de Carlos Cancela. —Buscar soluciones a la contaminación—
Pero a diferencia de Carmena, el alcalde de Londres, Sadiq Khan, explora soluciones alternativas como subvencionar el cambio de vehículos diésel por coches eléctricos o híbridos, multiplicar los puntos de carga de coches eléctricos, apostar por el Gas Natural Licuado y potenciar la red de carriles-bici pensando en la seguridad de los ciclistas, y no en las portadas de mañana.
Más tóxico que el NO2, es el afán de nuestros políticos por criminalizar a los automovilistas confundiendo política con demagogia.