FIN DE LA FUGA, LA FARSA Y EL «PROCÉS»

Adios, au revoir, good bye, auf wiedersehen, ciao… monsieur Puigdemont

La detención del golpista es demoledora para el separatismo: la farsa se ha terminado, la justicia española es imparable y la Unión Europea no tolera crisis separatistas

Adios, au revoir, good bye, auf wiedersehen, ciao... monsieur Puigdemont
El expresidente autonómico catalán, Carles Puigdemont. EP

NO hay crimen perfecto, ni fuga perfecta. Sólo había que esperar -con el adecuado seguimiento de los servicios de inteligencia- a que el prófugo Carles Puigdemont cometiera en algún momento un error, un exceso de confianza; y lo cometió este 25 de marzo de 2018, cuando se adentró en territorio alemán, camino de su refugio belga en Waterloo (El prófugo Puigdemont cayó como un ‘conejo’ en la trampa que le tendió el CNI).

Su detención por la Policía germana, alertada, orientada y asistida por la española y los agentes del CNI, ha demostrado al expresidente catalán y a sus seguidores separatistas qué significan los principios de solidaridad y legalidad en el ámbito de la Unión Europea: que los Estados cooperan entre sí para detener a los que se fugan de sus justicias.

La segunda mala noticia para Puigdemont es que Alemania no comparte las extravagancias tan habituales en la justicia belga.

Todo ha funcionado conforme a lo que estaba previsto en la normativa sobre la euroorden.

Y, además, el artículo 81 del Código Penal alemán tipifica el delito de alta traición contra el Estado Alemán, que castiga con penas entre diez años de prisión y cadena perpetua a «quien con violencia o amenaza de violencia intente:

  • 1. Menoscabar la existencia de la República Federal de Alemania.
  • 2. Cambiar el orden constitucional basado en la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania».

Comparando el artículo 81 del Código Penal alemán con el artículo 472 del Código Penal español el principio de doble incriminación se cumple escrupulosamente y no habiendo margen para que la justicia alemana considere «políticos» los delitos por los que Puigdemont ha sido procesado, lo lógico es que el expresidente catalán sea entregado a España en las próximas semanas.

La contundencia del auto de procesamiento dictado por el juez Llarena facilitará la entrega de Puigdemont. Tampoco hay que descartar que se produzca un «efecto dominó» con el resto de fugados respecto de los que se han emitido órdenes de detención.

Este mismo domingo, la Policía escocesa pidió a la exconsejera Clara Ponsatí que se entregara. En todo caso, el mensaje de la detención de Puigdemont es demoledor para el separatismo: la farsa se ha terminado, la justicia española es imparable y la Unión Europea no tolera crisis separatistas.

Los grupos más radicales y violentos podrían tomar el relevo a los fracasados dirigentes nacionalistas y frente a ellos el Gobierno debe responder con máxima severidad. No es cierto que el separatismo catalán sea un movimiento pacífico.

De entrada, ha coaccionado durante años a los catalanes que discrepan del nacionalismo.

Pero además ha practicado la violencia de facto, como en el asalto a la consejería o ayer mismo con serios incidentes en varias ciudades catalanas. El acoso anoche al consulado alemán retrata ante toda Europa la médula intransigente de este movimiento sectario.

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