ANÁLISIS

El inefable Zapatero clava en la Venezuela chavista el ultimo clavo de su ataúd político

El inefable Zapatero clava en la Venezuela chavista el ultimo clavo de su ataúd político
El expresidente Zapatero con Maduro, en Venezuela. EFE

El Ministerio Exteriores español tacha de «inexplicable» la postura del ex presidente Zapatero y afirma que «ha perdido la credibilidad», pero no ha terminado de explicar la razón por la que dío su visto bueno a que el desprestigiado dirigente socialista se fuera a Caracas a aplaudir a los vergudos.

A la espera de aclaraciones, la apabullante realidad es que la maquinaria chavista ha colapsado, tal como demuestra que ya no tenga capacidad ni para maquillar una farsa como estas presidenciales a mayor gloria de Maduro.

Pese a que los comicios han estado plagados de irregularidades, de que se han inflado censos y de que el régimen ha recurrido tanto a la coacción como al chantaje en forma de subsidios asistenciales para tratar de movilizar a las bases que algún día se identificaron con el ideario bolivariano, ni el oficialismo se ha atrevido a cifrar la participación más allá de en un 48%.

Y se nos antoja un dato muy abultado, dado que la jornada electoral se caracterizó por los colegios vacíos. Un triunfo de la oposición, que abogaba por la abstención ante el pucherazo ideado por un Maduro desesperado que solo busca perpetuarse en el poder otros seis años más.

Prácticamente ningún actor internacional reconoce la mascarada. La mayor parte de los países latinoamericanos llamaron ayer a consultas a sus embajadores y la UE estudia nuevas medidas y sanciones de presión.

En ese contexto, produce estupor el papel de compañero de viaje al que se ha prestado Zapatero, quien se ha empeñado en dar carta de validez a unas elecciones sin presencia de la oposición.

A lo sumo se le pueden reconocer al ex presidente que fueran bienintencionados sus esfuerzos diplomáticos iniciales para tratar de mediar entre el Gobierno chavista y los partidos opositores en busca de una salida dialogada a la grave crisis política y humanitaria del país.

Pero hace mucho tiempo ya que Maduro demostró que no tenía intención de negociar nada. En su imparable deriva autoritaria, y tras una feroz campaña de represión que ha costado la vida a decenas de manifestantes, despojó de sus poderes a la Asamblea Nacional legítimamente elegida e impuso estos comicios sin ninguna garantía.

Zapatero debió plantarse ante tamaña cacicada, entre otras cosas porque con su comprometedora posición ha dejado de ser un interlocutor válido para seguir mediando, como se visualizó en los abucheos que recibió en Caracas el domingo.

¿Y ahora qué? La debacle política -por no hablar de la económica- en el país caribeño se agrava aún más. Maduro, que ya había perdido toda legitimidad de ejercicio, deja de ser desde ahora también un presidente legitimado por las urnas, al no haberse sometido a un proceso con parámetros democráticos y reconocimiento internacional.

Hasta el único candidato opositor que decidió participar admitió antes de que se conocieran los resultados que todo había sido una trampa. La única salida para Venezuela es que Maduro dé un paso atrás y se puedan celebrar unos comicios limpios.

Confiemos en que la oposición se mantenga unida, algo fundamental. Y en que la presión extranjera y la lucha por las libertades que mantienen incansables los venezolanos sirvan antes que después para descabalgar al tirano chavista.

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