ANÁLISIS

El ‘okupa’ Pedro Sánchez legitima a los independentistas catalanes que quieren romper España

El presidente socialista usa frente al secesionismo una política de segunda mano cuyo fracaso está asegurado

El 'okupa' Pedro Sánchez legitima a los independentistas catalanes que quieren romper España
Torra y Sánchez RS

LA reunión bilateral entre el Gobierno y la Generalidad prevista para hoy en Barcelona es un éxito del separatismo catalán porque lo legitima políticamente como interlocutor. No hay sanción a su traición a España (La Guardia Civil denuncia: «Pedro Sánchez impide investigar a los golpistas y la corrupción del PSOE»).

Es lógico que los portavoces del presidente Sánchez quieran presentar el acto como una muestra de «normalidad» política, pero este mensaje no deja de ser un ejercicio de autoengaño, al que no debe verse arrastrada la opinión pública.

Los precedentes inmediatos de esta reunión confirman que el separatismo se ratifica en culminar la estrategia del 1-O, es decir, la ruptura unilateral del Estado y la derogación de la Constitución (Albert Rivera: «En Cataluña vivimos un clima de intimidación y Pedro Sánchez mira hacia otro lado»).

Para que quede clara esta postura, los dirigentes separatistas no han dudado en faltar al respeto al Rey, en deslegitimar a la Justicia -y animar así a la persecución callejera de sus representantes, como el juez Llarena-, en reafirmar a Puigdemont como referencia de su estrategia y en anular la democracia parlamentaria en Cataluña con el bloqueo de su Asamblea autonómica.

Que, ante esta situación, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, hable de vuelta a la normalidad no sólo es un insulto a la inteligencia de los españoles, sino una grave dejación de las responsabilidad constitucional que incumbe el Ejecutivo.

No ha sido suficiente regalo al separatismo la convocatoria y celebración del encuentro bilateral. Además, el Gobierno de Sánchez ha pasado por el aro de un orden del día en el que, escondidos en florilegios literarios, se va hablar de referendos y presos.

Incluso aunque la intención del presidente Sánchez sea decir «no» a ambas cuestiones -que probablemente no será un «no» rotundo y seco-, la mera aceptación de su debate en la mesa bilateral es inaceptable y una deslealtad al Tribunal Supremo.

Los socialistas vuelven a creerse que son los llamados a demostrar que el problema separatista es culpa de la derecha y que su sensibilidad federalista arreglará las discrepancias.

Es lo que planteó Zapatero y lo que llevó al separatismo a armarse políticamente para iniciar el «procés» y provocar la mayor crisis política desde el 23-F. Sánchez está usando frente al separatismo una política de segunda mano cuyo fracaso está asegurado.

Pero mientras el PSOE gestiona su irresponsabilidad, el separatismo se reagrupa con la Crida propuesta por Puigdemont y se alimenta de la debilidad del Ejecutivo.

La ausencia del Gobierno catalán en el Consejo de Política Fiscal celebrado ayer es otro gesto de arrogancia que Pedro Sánchez va a consentir porque ha entrado en una dinámica de la que no sabe salir.

Cataluña vuelve a ser para el PSOE la trampa de la araña: cuanto más se mueve más se enreda.

Todo esto ya pasó con Rodríguez Zapatero, la misma liturgia del diálogo inútil, el mismo discurso engañoso, el mismo diagnóstico prefabricado contra el Partido Popular. El mismo error socialista que tan caro cuesta a España.

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