BRASIL ha ordenado el despliegue de su Ejército en la frontera con Venezuela ante la tensión que ha generado la llegada masiva de personas que huyen del chavismo y sus tóxicos efectos en el país.
La situación también es grave en la vecina Colombia, de cuyo puesto fronterizo en el puente internacional Simón Bolívar pende desde hace seis meses una fila ininterrumpida de venezolanos que intentan buscar un futuro fuera de los tentáculos de la autocracia liberticida de Nicolás Maduro.
Y los efectos de este éxodo y la tensión social han llegado hasta Ecuador, que ni siquiera es un país limítrofe. Hablamos de un problema multilateral. Parece claro que, en contra de lo que ha sostenido Pedro Sánchez en su gira iberoamericana, la crisis que ha provocado el chavismo no se resuelve «con un diálogo de Venezuela consigo misma».
Encajaría la frase como un guante en cualquier congreso de buenismo teórico, pero la realidad es más bien otra y el desastre económico, social y político provocado por el régimen bolivariano rompe fronteras. Son ya más de 2,3 millones de venezolanos los que han salido del país huyendo la miseria y la ausencia de libertad que ha generado Maduro.
Es una lástima que en un asunto que tiene tanto alcance para España, por los lazos históricos y afectivos de nuestro país con Venezuela, Sánchez no dé unos de sus volantazos con los que ha estrenado su mandato y deje de estar de perfil y se ponga de una vez por todas a favor de los ciudadanos de a pie que están sufriendo el flagelo de una gestión nefasta que arrasa el presente y abona a la ruina al país.
El presidente del Gobierno dio un mensaje público muy equivocado, y negativo, cuando constriñó a un «diálogo entre venezolanos» la solución a esta crisis brutal. Lo «progresista» es estar con el pueblo y afeando la despótica estrategia de quien lo machaca.
