ANÁLISIS

Podemos se desinfla victima de sus contradicciones, peleas y chanchullos

Podemos se desinfla victima de sus contradicciones, peleas y chanchullos
Pablo Iglesias, Irene Montero, Podemos y el chalet. TR

Las improvisadas primarias celebradas en Podemos han sido una pantomima diseñada personalmente por Pablo Iglesias para sacudirse de encima cualquier amago de disidencia y frustrar toda oposición interna posible (La youtuber arquitecta que deja en escombros el casoplón de Iglesias y Montero: «No van a poder dormir ahí, pero ellos sabrán»).

Con su concepción soviética del liderazgo, Iglesias ha forzado a Podemos a endurecer los requisitos para los candidatos que aspirasen a disputarle la secretaría general, de modo que de ochenta militantes que lo intentaron, solo Iglesias cumplía con las exigencias orgánicas para ello (La confesión del asesino de Laura Luelmo hunde a Podemos y ‘condena’ a Pablo Iglesias).

¿Casualidad? Imposible. Podemos ya no es un movimiento social de repulsa a los abusos corruptos de las instituciones. Podemos es solo Pablo Iglesias y los datos así lo acreditan (El miserable 0,5 de plus que cobran los guardias civiles que vigilan el casoplón de Pablo Iglesias e Irene Montero).

Durante unas primarias de cinco días, y sin rivales posibles, la consulta a las bases de Podemos se ha saldado con la raquítica participación de 60.038 personas (¿Sabías que Podemos de Navalcarnero llama a Dios ‘palomo preñador que se tiró in vitro’ a la Virgen María?).

Menos de un tercio de los 187.524 militantes que hace unos meses votaron para respaldar a Iglesias e Irene Montero, cuando sometieron su liderazgo a referéndum tras la compra de un chalé en Madrid (laSexta adoctrina alabando a PSOE y Podemos y Twitter le da un palo millonario).

En estas primarias artificiales y con truco, apenas ha votado el 12 por ciento de la militancia podemita, un dato irrisorio. La conclusión es elocuente: Podemos ha dejado de ser un partido participativo, y nueve de cada diez militantes ya no siente la necesidad de «tomar el cielo por asalto» (La aviesa estrategia de Iglesias: renunciar de boquilla al chavismo para evitar que Vox desangre a Podemos).

Han dejado de creer en Iglesias tras dos años de purgas internas, imposición de liderazgos regionales, desafección y pugna de egos, codazos por un hueco en las listas electorales, nepotismo y nulo respeto por las decisiones asamblearias de los llamados «círculos», hoy habitualmente vacíos.

Iglesias ha convertido a Podemos en un partido más con los vicios de la política tradicional, y con un discurso tan falaz y repleto de mentiras que el propio líder ha tenido que pedir disculpas por haber defendido la dictadura venezolana.

Es una inmensa mentira en sí mismo, con líderes defraudadores de Hacienda y la Seguridad Social y aburguesados en viviendas de lujo. Y su burda demagogia populista les pasa factura en las urnas mientras su estructura se desmorona en algunas autonomías.

El triunfo que supuso para la izquierda la coalición electoral que Podemos formó con IU también empieza a quedar dinamitado. La fractura en IU es evidente y, como es tradición en la extrema izquierda, emergen facciones para destruirse unas a otras.

El último caso es el de Gaspar Llamazares, a quien Alberto Garzón quiere expulsar de IU por pretender concurrir a las elecciones autonómicas con su propia corriente, y desmarcado de Podemos.

Iglesias ha fagocitado a IU, y este partido es ya una anécdota en nuestra historia. Cosa distinta es que Garzón, que cuenta cada minuto de su vida política por fracasos, haga la vista gorda y prefiera venderse por un escaño a la sombra de Iglesias. La extrema izquierda está en declive, lo cual es siempre una buena noticia para España.

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