El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXXV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXXV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Como cuanto afirmas en el segundo párrafo de tu primer escolio es verdad (yo, al menos, lo tomo por cierto y no le he encontrado ni una sola grieta que me dé pie a una posible refutación), incluida la implícita validez que das a mi tesis (en puridad, de Friedrich Nietzsche), que vienes a confirmar o ratificar, de que el eterno retorno es una evidencia incuestionable, nada comentaré al respecto.

Si con tu expresión de que “callo más de lo que digo”, tu propósito es criticarme o echarme en cara que podría haber remozado mi epístola con datos recientes de la actualidad más rabiosa, estás en lo cierto o tienes razón, pero la carta, como sabes, la redacté otrora, hace unos cuantos meses. Y, como no he advertido yerro, la he publicado tal cual la trencé y di por buena.

Tengo para mí que doña Josefa Hernández entró en la trena porque así lo mandó (en una sentencia) un juez (ella o él) o un tribunal. Si se equivocó o no, de ese nuevo asunto le corresponde conocer a otros magistrados y juzgarlo. Yo, como tú y “cientos de miles o miles de cientos”, expresión feliz (si la idea de expresarla así es tuya, ¡enhorabuena!, si no, también), no entendemos dicha resolución, pero, cosas peores veremos, me temo, dilecto amigo y deudo.

Como tu reproche al doble (y aun triple) rasero o vara de medir viene a cuento y/o es pertinente, abundo contigo en él.

La frase (si te referías a esta, “existen dos maneras de ser feliz en esta vida; una es hacerse el idiota y la otra serlo”) es de Sigmund Freud.

¡Ni que fueras un reputado augur o infalible vidente, Jesús! Mañana pasará algún tiempo en uno de los quirófanos del HRS mi señera y señora madre, Iluminada.

Bienvenidos, bienhallados y bienhahados el reconocimiento, que no miento, del yerro cometido, y el humor con el que lo has aliñado o rociado.

Eso dice una de las muchas leyendas o tradiciones que han llegado hasta nosotros sobre el ínclito filósofo griego, que fue su profesor de gimnasia (no sé si entonces se usaba para llevarla a cabo la que sí se utiliza ahora, la magnesia, que conviene no confundir con la citada arriba) quien le puso el sobrenombre de “Platón” por ser ancho de espaldas (gastar buenas escápulas u omóplatos, vaya).

Ciertamente, mientras exista el mundo y el hombre viva en él, tendremos Platón para rato y (echando mano del hisopo que contiene humor sarcástico, acaso no desentone continuar la idea de esta guisa), viceversa, Rato (u otro gerifalte, jerarca, mandamás, se apellide así o de otra guisa, que pase de mandar bien a mandar mal) que nos dé plantón o una patada (porque, contrariamente a lo esperado, el DRAE aún no ha admitido el vocablo “patadón”) con su denigrante o ultrajante comportamiento en nuestras pudendas partes.

Así es; quien adujo o dijo la contradictoria frase que señalas, “solo sé que no sé nada”, fue su maestro y mentor, Sócrates, de quien él escribió su celebérrima defensa, la “Apología de Sócrates”.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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